Cuando se leyó recientemente en los medios el anuncio de la prórroga a la aplicación de los “Perfiles de cumplimiento” para junio del 2026 (sí, léanlo bien, dentro de año y medio todavía), muchos dijeron “bueno, una prórroga más”. Otros exclamaron medio con sorna, “¡se veía venir!”. Pero parafraseando una conocida canción… “una prórroga más sí importa”, porque si se analiza a profundidad el tema, esto trae consigo varios mensajes y consecuencias.
En primer lugar, ésta no es una prorroga aislada, pues parece ser que se ha hecho ya denotada costumbre que se prorroguen una serie de aspectos tributarios, como son las postergaciones al SIRE (en los contribuyentes “no Mypes”), la vigencia de las Guías de remisión electrónicas, la no aplicaciones de sanciones por discrecionalidad, los beneficios a hoteles y restaurantes que son Mypes, y un largo etcétera.
Respecto del Fisco, ello denota que faltarían seguramente ajustar medidas de política fiscal más firmes, para no dar mensajes que finalmente -por estas prórrogas- pierden el peso que deberían tener. Estos permanentes aplazamientos normativos no transmiten la seriedad, solidez y permanencia que un sistema tributario debería tener, para ser así finalmente cierto y predictible.
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Además, las normas -como son, por ejemplo, las de los “Perfiles de cumplimiento”- deberían lanzarse recién cuando todas las variables estén bien afinadas para ser aplicadas, porque no es posible que, verbigracia, el estar uno acogido al “IGV Justo”, ello ya determine un Perfil muy mal calificado, o el hecho de haber aplicado las percepciones y/o retenciones del IGV también derive en esas consecuencias. Esos son, señores, derechos inherentes de los contribuyentes, definidos por Ley y que no pueden ser vulnerados. Seguramente habrán sendas acciones de amparo si ello prospera.
En el lado del contribuyente, algunos dirán que la prórroga es bienvenida, pues los beneficia. En realidad, una prórroga significa in extremis la pérdida de la necesaria credibilidad en las normas tributarias, y denotan un apresuramiento en publicarlas. Además, en el sujeto pasivo ello ha de generar controles y sistemas que han de modificarse, redefinirse y replantearse, con la pérdida de horas/ hombre que ello implica. Basta recordar solo las idas y venidas de la prórroga del FRAES al 28 de febrero de 2025, en la interrogante de si se aplica o no finalmente el referido beneficio a sus tres formas de acogimiento, y que generó que el fisco tuvieses que emitir el Informe 003. Algo tildado por muchos de vergonzoso y casi surrealista.
¿Qué hacer ante todo ello?. De parte del fisco, que sabemos que hace su mejor esfuerzo por cumplir sus metas -todo lo cual es loable-, se deben de dar pasos firmes y evaluar la situación real de nuestro país (su “realidad económica”), antes de lanzar una norma al mercado sin estas revisiones lógicas y necesarias.
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Las prórrogas son malas señales, como lo es también el rebajar, por ejemplo, la tasa del ISC a los juegos y apuestas deportivas a distancia de 1% a 0.3%, ad portas de la declaración de su pago (enero que vence en febrero), pues ello seguramente obedece a que los casinos no tienen preparados sus sistemas para que a los jugadores se les perciba este tributo, por lo que al parecer finalmente sería asumido el ISC por dicho establecimiento, siendo que se trataría de un gasto que no será deducible. Recuérdese que los casinos deben además de homologar sus plataformas, no preparadas hoy en día para un sistema de percepción y eso toma tiempo. Prórrogas y rebajas... finalmente, son hijas de un mismo mensaje: la existencia de una improvisación normativa y un afán muchas veces solo recaudatorio.
Todo entonces apresurado. Sin mayor revisión de los plazos razonables, sin lanzar algún tema fiscal previa verificación de su viabilidad.
Los temas tributarios señores son temas delicados. No llevarlos bien por parte de un contribuyente implica desde multas (que en nuestro país son confiscatorias), hasta la pérdida del gasto o costo en el IR o del crédito fiscal en el IGV. Es decir, llevar dichos temas de la manera como se están llevando hoy en muchos casos las cosas, puede ser un atentado directo al bolsillo del contribuyente, por los sobrecostos y riesgos.
Si las normas son oscuras, y las figuras tributarias sufren permanentes prórrogas, el contribuyente percibe ello como un sistema perverso, donde el ser formal es lanzarse al vacío y a las deudas, en donde si comete un error tiene mucho que perder, y los pasos que debe dar están bajo “arenas movedizas”, al vaivén de los cambios y prórrogas de un Estado que antes de publicar una norma, debería todas ellas discutirlas abiertamente con esos mismos sujetos pasivos, para que se sienta justicia bajo un “pisar tierra”, y no meras imposiciones que de seguro serán postergables.
No es solo el hecho de “una prórroga más”. El tema como vemos es más complejo y profundo.
Una prórroga más…sí importa.
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Catedrático de las universidades del Pacífico, UPC y UCSUR. Director de la Maestría en Tributación de la UPC.
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