Escribe: Elena Conterno, especialista en políticas públicas.
Mi primera columna del año suele estar dedicada a un conjunto de reformas en políticas públicas que considero alcanzables durante los 12 meses siguientes. Dada la crisis profunda en que nos encontramos, este año me resulta difícil plantear avances en muchos temas.
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El 2024 será recordado como un año sombrío. Un año en el que las mafias vinculadas a la minería ilegal, el narcotráfico y las universidades de baja calidad consolidaron su poder, infiltrándose cada vez más en el aparato estatal. Un año sin liderazgo en el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, la Fiscalía y el Poder Judicial. Un año en que la pobreza no disminuye, la inseguridad avanza, los servicios públicos retroceden y la democracia enfrenta constantes ataques. Un año en que muchos jóvenes peruanos optan por migrar en busca de un futuro mejor.
Una luz en este panorama sombrío fue la inauguración del puerto de Chancay, que marcó un hito en términos de infraestructura y de proyección del Perú como un actor clave del comercio internacional. Otra luz fue el Banco Central de Reserva y su líder Julio Velarde, defendiendo contra viento y marea la estabilidad macroeconómica. Estas luces nos recuerdan que, con visión y liderazgo, es posible avanzar.
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Si queremos volver a soñar con un Perú que brinde bienestar y oportunidades a sus ciudadanos, es fundamental un cambio radical en nuestra representación política. Por ello, en esta columna me centro solo en ello, convencida de que es condición necesaria para tener autoridades con visión y liderazgo dirigiendo los poderes del Estado, y que ello traerá servidores públicos competentes e íntegros que dirijan las entidades públicas y hagan reformas que redunden en servicios accesibles y de calidad para los peruanos. Solo con un cambio radical en la representación política podremos volver a ver mejoras en el aparato estatal en vez de retrocesos.
Por un lado, esto requiere mejores personas como autoridades. Dejemos de elegir a candidatos que, a todas luces, carecen de la ética y la preparación necesarias. Informémonos bien antes de votar; para ello será de mucha utilidad la iniciativa Radar Tolerancia Cero, plataforma digital que permitirá a partidos y electores conocer las cualidades, capacidades y antecedentes de los candidatos. Esperemos además que en los próximos meses se vuelvan ley los impedimentos para que quien tenga condena por delitos de narcotráfico, terrorismo, violencia contra la mujer, o por atentar contra la independencia de los poderes del Estado o el orden constitucional pueda postular a cargos públicos.
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Esperemos también que se fortalezca la transparencia en el financiamiento de las campañas políticas, ya que en muchas de ellas el financiamiento provendría de mafias, en que la voluntad de los candidatos -luego autoridades- termina hipotecada a oscuros intereses. Juntos exijamos integridad y transparencia. Soñemos con autoridades competentes e íntegras respondiendo a intereses ciudadanos y no a mafias de economías ilegales.
Por otro lado, mejorar la representación política requiere mejores ciudadanos. No basta con ir a votar cada cinco años. Postulo aquí que todos debemos involucrarnos en el fortalecimiento de la democracia: con un voto informado, como señalé antes, pero también promoviendo la educación cívica, el diálogo y el trato respetuoso entre peruanos. Soñemos con una ciudadanía informada que tiene exigencias para partidos políticos y candidatos, que participa en diálogos respetuosos en que se contrastan ideas y que en el día a día trata con respeto a los demás.
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Volver a soñar con un Perú mejor requiere un esfuerzo colectivo sin precedentes. El sueño de un país más justo, desarrollado y democrático aún es posible, pero requiere de líderes íntegros, visionarios e inspiradores, así como también de mejores ciudadanos.
En este 2025 que empieza, el llamado es a volver soñar. Y también a involucrarse, comprometerse y dialogar, para que ese sueño pueda hacerse realidad.
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