Escribe: José Martínez Sanguinetti, Vicepresidente Ejecutivo de Inversiones de Rimac Seguros
Cerca de la mitad de la población mundial ha acudido a las urnas para elegir a sus líderes en lo que va del 2024. La característica común más destacada observada en los resultados de estas elecciones es que los votantes han optado por el cambio.
Cerca de 50 democracias han elegido nuevos gobernantes este año. En muchas de ellas, los líderes en el poder han sufrido contundentes derrotas, especialmente en el mundo desarrollado, donde menos de uno de cada cinco gobernantes que postularon a la reelección ha salido victorioso.
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Lo más notable de esta tendencia al cambio es que este 2024 no ha sido un año caracterizado por el mal desempeño de las economías. En general, en el pasado, el buen o mal desempeño de la economía ha sido uno de los indicadores más exactos para predecir la permanencia de los líderes que ocupan el gobierno durante las elecciones. En este año, no lo ha sido.
De hecho, en los países desarrollados los componentes del “índice de la miseria”, una combinación de las tasas de desempleo e inflación que fue introducida en el ámbito político norteamericano durante los años 70 como predictor de los resultados electorales, se encontraban en proceso de franca mejoría.
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Después de dos años de altas tasas de inflación, en el presente año los aumentos en el nivel general de precios fueron controlados en casi todos los países del mundo. Todo esto pudo ser conseguido sin detonar un proceso recesivo. Por el contrario, después de la pandemia del covid-19 y del estallido de la guerra, este año las economías desarrolladas se encontraban en proceso de alcanzar niveles de actividad cercanos al pleno empleo. Según la experiencia histórica, este 2024 debería haber sido un año de continuidad, no de cambio político.
Pero este fenómeno no es nuevo. En los Estados Unidos, la economía más exitosa a lo largo de las últimas dos décadas, los partidos gobernantes han perdido las tres últimas elecciones.
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Más notable aún es el hecho de que, en ese país, en doce años se hayan producido tres cambios de gobierno y que dichos cambios hayan implicado la alternancia de posiciones políticas tan opuestas con respecto a temas clave en la realidad global como la inmigración, el cambio climático, el rol del Estado, la salud pública o la política exterior.
Es claro que, transcurridas ya casi las tres primeras décadas de este siglo, los cambios demográficos, climáticos, la innovación, las nuevas tecnologías, el comercio internacional, etc., plantean nuevos retos que requieren de reformas en las principales instituciones democráticas. Durante el siglo XX, el debate político se centró en la contraposición de ideologías con respecto a cómo administrar la economía y cómo distribuir el poder político. Las elecciones del presente se centran más en cómo distribuir la riqueza y los efectos de las transformaciones demográficas, climáticas y tecnológicas entre la población.
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