Profesor de la U. del Pacífico
La principal noticia económica de la semana pasada fue el recorte de las proyecciones de crecimiento de la economía peruana por parte del Banco Central de Reserva del Perú (BCR). Según la institución, el PBI ya no crecería 2.9% el 2023, como proyectaba en diciembre, sino 2.6%. Las proyecciones para 2024 no han cambiado. El BCR proyecta un crecimiento de 3%.
Estas tasas son bastante bajas comparadas con las que hemos alcanzado cuando el precio de las materias primas estaba tan alto como ahora. El precio del cobre, por ejemplo, está alrededor de US$ 4 la libra. Entre 2005 y 2015, cuando la economía peruana creció en promedio 5.8% anual, el precio del cobre promedió US$ 3 por libra. Con US$ 4 la libra, nuestro crecimiento económico debería andar por los cielos.
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué crecemos ahora a la mitad de lo que crecíamos antes? Si bien existen razones coyunturales que pueden explicar razonablemente bien la tasa de crecimiento de este y probablemente el próximo año (la conflictividad social, el ciclón Yaku, la inflación y los altos costos financieros), en mi opinión, la principal razón es una estructural: nuestro sistema político.
Me explico: no existe crecimiento económico sin inversión privada. Sin ella, ni la capacidad productiva ni la producción crece y, sin ello, tampoco el empleo y el nivel de vida de los peruanos. El Estado también invierte, pero solo puede hacerlo con recursos extraídos al sector privado o mediante endeudamiento que pagará con recursos extraídos al sector privado.
Pero los empresarios solo estarán dispuestos a invertir si confían en que podrán obtener beneficios y recuperar su inversión. Si el Perú crece menos que lo que crecía antes en circunstancias similares, es porque los empresarios ya no confían en el futuro como confiaban antes. ¿Por qué? Porque el sistema político genera demasiada incertidumbre sobre la calidad de los presidentes y congresistas que saldrán elegidos en el futuro (basta ver los que hemos venido eligiendo). Es decir, sobre nuestra capacidad para seguir generando bienestar al fomentar la inversión.
Es importante notar que el sistema político es el mismo que teníamos cuando crecíamos al doble. Lo que ha cambiado es que sus deficiencias se han exacerbado. Entre otras cosas, porque hemos limitado la capacidad de los partidos para gastar dinero difundiendo sus ideas para impedir que les deban favores a sus financistas, pero al hacerlo hemos limitado también la capacidad de los votantes de conocer lo que proponen. Y al prohibir la reelección de autoridades, les hemos retirado los incentivos para hacer una buena labor. Hoy existen aún menos razones para creer que en el futuro tendremos mejores gobernantes.
Ahora, nuestro sistema político no ha sido diseñado por marcianos. Lo hemos diseñado nosotros, con nuestro voto. Es decir, al final del día, lo que no deja que crezcamos más rápido somos nosotros, los peruanos.
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