Economista
Nuestra clase política una vez más da muestras de que busca llegar al poder no para servir al país y, a través de un buen gobierno, contribuir a mejorar el bienestar de los peruanos, sino para apropiarse de los recursos del Estado en beneficio propio. Dado que adolecemos de instituciones políticas sólidas, aquellos ciudadanos que deciden incorporarse a un movimiento político que apoya a una candidatura lo hacen con la única finalidad de obtener un empleo, ganar alguna obra o prestar algún servicio al sector público. Los denominados partidos políticos no son más que agencias de empleos o asociaciones de proveedores.
El Estado se encuentra indefenso para protegerse de bandas de saqueadores debido a un conjunto de debilidades de las que adolece y que reseño brevemente a continuación:
a) Carecemos de un servicio civil, como los tienen las economías desarrolladas. Un Estado que se respeta tiene un servicio civil meritocrático tanto en el ingreso como en la carrera administrativa del personal. La Autoridad Nacional del Servicio Civil (Servir) que nace en el 2008 para modernizar la función pública ha resultado en un perfecto fracaso si nos guiamos por los avances y resultados. En un principio perdió tiempo valioso tratando de incorporar a sus regulaciones a todos los organismos públicos, incluyendo a organismos como el BCRP, la SBS y la Sunat, los mismos que, sobre todo el primero, podían dictar cátedra en materia de política de recursos humanos. Luego creó un proceso excesivamente engorroso para transitar al nuevo régimen laboral. El resultado: catorce años después no existe, hasta donde sea mi conocimiento, una entidad que haya culminado exitosamente el proceso.
Mientras tanto, los ministerios, empresas públicas, gobiernos regionales y municipales, continúan incorporando personal bajo distintas modalidades laborales, incluyendo las ya famosas órdenes de servicio, creando la ficción de inexistencia de relación laboral de dependencia allí en donde sí existe, con las consecuentes contingencias laborales por millones de soles. Así, las leyes de presupuesto que impiden año a año contratar personal son nada más que un “saludo a la bandera”.
b) El sistema de contrataciones y adquisiciones tiene serias deficiencias. El marco normativo de este sistema se ajusta permanente con marchas y contramarchas, pero el sistema es frágil frente a la inoperancia para contratar con eficiencia y eficacia y frente a la corrupción. En buena parte de los organismos públicos nadie quiere pertenecer a los comités de adjudicación, por los riesgos posteriores que acarrean las acciones de control de las oficinas de control interno, incluyendo juicios en los que nadie los defiende. Así, los comités quedan a expensas de designaciones a dedo de los que buscan delinquir. La creación de Perú Compras para centralizar algunas adquisiciones no ha rendido frutos. El personal de esta entidad no está capacitado para realizar compras especializadas.
c) La descentralización no ha funcionado. Lejos de cumplirse lo que señala la teoría de que el nivel de gobierno más cercano al ciudadano está en mejor capacidad de satisfacer sus necesidades, se descentralizó el gasto financiado mayormente con transferencias con poca responsabilidad en la generación de recursos propios y rendición de cuentas con la población que se tiene que atender. Con ello se ha multiplicado el número de unidades ejecutoras con capacidad de gastar y con poco control.
d) Los sistemas de control no funcionan. Las oficinas de control interno, que dependen de la Contraloría General de la República, lejos de preocuparse por la eficacia y el buen uso de los recursos públicos pierden tiempo en la detección y sanción de procedimientos administrativos engorrosos. Así, no se premia si en determinada compra se ahorró recursos, sino si se cumplió al pie de la letra con procedimientos y formularios. Lo mismo ocurre con formatos e informes que la Contraloría exige a los organismos públicos con poco valor práctico.
En conclusión, si no implementamos reformas en el servicio civil, en los sistemas de contrataciones y adquisiciones, en la descentralización y en los sistemas de control; así también como reformas en el sistema político, el Estado seguirá siendo un botín para los aventureros, que como varios políticos de turno en el gobierno buscan lucrar para sus bolsillos personales, antes que servir a la población que los eligió.