La semana pasada el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, confirmó su intención de postular a la presidencia en las próximas elecciones generales. “Si yo veo que el país no tiene una unidad, una ruta clara, sí voy a considerar ser candidato”, afirmó el burgomaestre y líder de Renovación Popular, pese a que en el 2023, había afirmado en una entrevista que sería “poco serio” dejar la alcaldía para postular a la presidencia.
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De hecho, López Aliaga había solicitado dos días la semana pasada para cumplir con diferentes actividades. Principalmente, brindar una conferencia en la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana y lanzar la candidatura de su amigo, Jorge Maga, al Gobierno Regional de Loreto. Durante esta última actividad, se especuló también que el propio alcalde de Lima lanzaría su propia candidatura presidencial, aunque finalmente en dicho acto López Aliaga indicó que “un lanzamiento como presidente es un tema que en este momento no se puede hacer”.
Más allá de esta última aclaración, es innegable que, desde un inicio, la conducta de López Aliaga como alcalde se ha parecido más a la de un candidato que a la de una autoridad en funciones. Un claro ejemplo de ello han sido sus formas de comunicarse y ‘negociar’ con Rutas de Lima por el problema de los peajes: en lugar de entender que ya no actuaba como individuo privado, sino como representante de la ciudad, mantuvo en todo momento una actitud excesivamente agresiva y confrontacional. Más preocupado, parecería, porque la gente note su indignación con el problema, antes que en resolverlo.
Ese mismo tono y lenguaje insultante, ajeno al que debería tener cualquier autoridad pública, también fue empleado por López Aliaga en sus críticas contra el Consejo Fiscal, cuando este opinó en contra del endeudamiento solicitado por su gestión (que finalmente el MEF terminó aceptando). En lugar de plantear argumentos técnicos de forma respetuosa, el burgomaestre de la Capital del país se dedicó a lanzar ataques personales contra los miembros del Consejo Fiscal, dejando una vez más por los suelos la imagen de nuestro país ante los ojos del mundo. ¿Qué inversionista vería atractivo invertir en un país con autoridades que actúan así cada vez que tienen una discrepancia?
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Por si esto fuera poco, más allá de su gestión como alcalde, López Aliaga tampoco viene consiguiendo resultados auspiciosos con su bancada en el Congreso. Tras la renuncia de Jorge Montoya, José Cueto y Javier Padilla, un grupo parlamentario que inició con 13 congresistas, hoy tiene apenas cinco integrantes.
Si su intención es realmente ser candidato, quizá lo más prudente que podría hacer López Aliaga es concentrarse por mostrar resultados más concretos, como alcalde y como líder político. ¿O esto es todo lo es capaz de lograr tras ganar elecciones?
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