DEMOCRACIA. La presidenta Dina Boluarte se encuentra desde ayer en la ciudad de Nueva York, para participar esta semana en la 78 Asamblea General de las Naciones Unidas. Hoy, de hecho, dará un discurso en el marco de este foro.
Durante esta gira, la mandataria enfrenta el particular desafío de tener que responder a los cuestionamientos que distintos organismos internacionales y hasta embajadas extranjeras han emitido en los últimos meses sobre la situación de nuestra democracia –a propósito de las muertes y sucesos violentos ocurridos en las protestas a inicios de año y de varias decisiones polémicas que ha venido tomando el Congreso–, pero sin llegar a afirmar cosas que puedan molestar a las bancadas legislativas que hoy le dan gobernabilidad.
Como ya hemos destacado varias veces en esta página, una de las principales características del Gobierno de Boluarte es su extrema debilidad política. No tiene apoyo de la ciudadanía, ni bancada, ni partido propio, por lo que no ha sido realmente una sorpresa notar cómo el Ejecutivo ha venido tomando recientemente varias decisiones que se han alineado con las posturas o intereses de los grupos parlamentarios que la apoyan. Por ejemplo, expresar a través de la Cancillería su “extrañeza” por el comunicado emitido por el coordinador residente del Sistema de las Naciones Unidas en el Perú, Igor Garafulic, que cuestionó el actual proceso contra la JNJ.
Al mismo tiempo, varios de los cuestionamientos sobre los que la presidenta deberá responder en estos días son, justamente, asuntos sobre los que varios de los congresistas que hoy respaldan al Gobierno no consideran que exista problema que merezca atención internacional. Por ejemplo, el pedido de que se investiguen con mayor atención y celeridad los posibles casos de abusos de derechos humanos por parte de las fuerzas del orden durante las protestas de inicios de año, o el pronunciamiento reciente de varios gobiernos extranjeros en respaldo de la JNJ.
Parte de la idea de haber modificado hace poco la ley para que la presidenta pueda viajar presencialmente a este tipo de cumbres globales, es que sea ella misma quien se encargue con sus participaciones de recuperar la confianza en nuestro país. Para ello, será ineludible que la mandataria tenga que ofrecer explicaciones, sea en reuniones públicas o privadas, sobre las críticas que hoy se nos viene haciendo desde la comunidad internacional. ¿Pero cómo hacerlo sin contradecir sus propias posturas previas ni afirmar algo que pueda merecerle las críticas de las bancadas que la apoyan?
No hay respuesta fácil. La presidenta tendrá que hilar fino en los próximos días. De lo contrario, ¿realmente habrá valido la pena su presencia en el evento?