Editorial de Gestión. Siendo la más alta autoridad, no puede lavarse las manos respecto a lo que sucede en el país. (Foto: Difusión)
Editorial de Gestión. Siendo la más alta autoridad, no puede lavarse las manos respecto a lo que sucede en el país. (Foto: Difusión)

PEDRO CASTILLO. En un intento por tratar de mostrar apertura con la prensa y cortar la racha de más de 100 días sin dar entrevistas, el presidente Pedro Castillo ofreció una en las instalaciones de TV Perú. Más allá de que la entrevista hubiese sido coordinada desde fines de mayo entre el periodista Julio Navarro y el ministro de Cultura, lo criticable es que con tanto tiempo para organizar ideas y dar las respuestas que buena parte del país espera, el mandatario no lo consiguiera.

De ninguna manera se esperaba que admitiera las denuncias realizadas por Karelim López o Zamir Villaverde, pero simplemente afirmar que “jamás le va a salpicar la corrupción”, sin explicar las imputaciones, no basta. Tampoco sirve que trate de desvirtuar estas declaraciones señalando que “personas que tienen que rendirle cuenta a la justicia, en su desesperación, se atribuyen ser seudo colaboradores eficaces. Por llegar a donde deben llegar, se someten a hacer algunas supuestas declaraciones”.

Se olvida Castillo que, si bien se trata de personas que también cometieron un delito, ha sido gracias a colaboradores eficaces que se ha podido luchar contra la corrupción en el país. Así sucedió con Matilde Pinchi Pinchi o el propio Marcelo Odebrecht, para poner apenas dos ejemplos de los muchos que existen. Bajo el criterio del mandatario y algunos de sus ministros no se debió dar crédito a lo dicho por ninguno de los colaboradores eficaces aludidos. ¿Se imaginan qué hubiese pasado con la investigación de los casos de corrupción del 90 o del 2000?

Pero no solo no pudo dar explicaciones adecuadas respecto a las denuncias de corrupción, sino que demostró que, a pesar de los innumerables errores cometidos en la conformación de sus gabinetes, no ha aprendido nada, porque insistió en que él confía en la palabra de sus ministros: “Estoy seguro de que hemos aprendido, no se van a volver a repetir, y si es que se repiten, no es ni siquiera una pista malintencionada del Gobierno”. Es decir, no revisan antecedentes, sino que simplemente creen en la palabra, y si se equivoca le basta con decir que no fue con mala intención.

A poco más de un mes de cumplir su primer año en el Gobierno no es posible que Castillo crea que ninguno de los errores del régimen son su responsabilidad. Que legalmente el mandatario no tenga responsabilidad política, y que deban ser sus ministros los que asuman las interpelaciones y las censuras, no implica que el presidente, siendo la más alta autoridad, pueda lavarse las manos respecto a lo que sucede en el país.

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