GRIPE AVIAR. Ayer, la ministra de Salud, Kelly Portalatino, anunció que su sector venía evaluando el eventual cierre de diversas playas en el litoral del país, con motivo de los casos de aves muertas por gripe aviar que se han venido reportando en los últimos días. Aunque finalmente esta medida fue descartada, su sola discusión dio cuenta del nivel de gravedad al que ha llegado la emergencia sanitaria por la gripe aviar. Y sugiere también que el Ejecutivo no parece tener claro aún cómo debe responder frente a este importante riesgo.
Como han aclarado ya varios especialistas, esta emergencia no implica un riesgo directo para los humanos. Hasta el momento no solo no se han registrado casos en personas, sino que, incluso si ello ocurriera, la enfermedad no sería mortal ni fácilmente transmisible. Según ha aclarado el director del Servicio Nacional de Sanidad Agraria del Perú (Senasa), además, ni el consumo de huevos ni el de carne de aves conlleva algún tipo de riesgo de contagio.
Aun así, como ya se ha sugerido, el riesgo indirecto de esta enfermedad no es para nada inocuo, sobre todo en lo que importa a la salud de nuestra ya golpeada economía. Y es que, como es evidente, una eventual expansión masiva de la enfermedad que afecte la oferta de aves de mayor consumo, como el pollo y pavo, inevitablemente elevaría el precio de estos productos tan importantes. Peor aún en un mes como diciembre. Esto derivaría en un duro revés para las expectativas tanto de los consumidores como de los productores y comercializadores: muchos empresarios grandes y pequeños perderían sus inversiones.
De hecho, según Teodomiro Córdova, presidente del sector de animales vivos del mercado Megacentro Caquetá (San Martín de Porres), la afluencia de público para comprar aves en mercados ya ha empezado a disminuir en los últimos días, presuntamente por el temor a la enfermedad. Es decir, la gripe ya estaría teniendo un efecto por el lado de la demanda.
Con el reciente escalamiento de la crisis política, parece hasta iluso seguir exigiendo a nuestros representantes en el Ejecutivo y el Congreso que hagan una pausa para preocuparse por estudiar e implementar medidas que busquen reducir el riesgo de un escenario de descontrol de la enfermedad. Y, sin embargo, es inevitable hacerlo, ya que sin una actuación responsable, principalmente del Ejecutivo a través del Senasa, la probabilidad de que ello ocurra es mayor.