PERSPECTIVA ECONÓMICA. Las proyecciones del BCR, publicadas en su Reporte de Inflación (RI) cada tres meses, no suelen variar mucho de una edición a otra, salvo cuando ocurren catástrofes naturales o pandemias. Pero el RI de setiembre contiene ajustes inusitados, respecto del publicado en junio. Por ejemplo, la inflación de este año no será 3% sino 4.9%, y el próximo, el PBI no crecerá 4.5% sino 3.4% y la inversión privada no aumentará nada (frente al 2.5% previsto en junio).
Esas nuevas cifras son una llamada de alerta de la cada vez mayor desconfianza que el Gobierno de Pedro Castillo está generando con su inacción, indecisión y caótico manejo de expectativas. Prueba de ello es que el único indicador clave con proyección mejorada es la expansión del PBI de este año (10.7% a 11.9%), pues ese ajuste al alza se explica por el notable desempeño de la economía nacional durante el primer semestre, que superó las expectativas.
El Gobierno de Francisco Sagasti, principalmente su titular de Economía, entendió que dada su corta duración, tenía que trabajar en combatir la pandemia y dar señales coherentes para superar la recesión. El actual Gobierno está siguiendo la ruta trazada respecto de la vacunación, salvo el bache causado al inicio por un canciller que tenía prioridades distintas a la protección de la población. Sin embargo, ese avance es mérito del titular del Minsa y su equipo, más el apoyo de la Cancillería, y no de Castillo o su premier, que siguen comportándose como si todavía estuviesen en campaña, con discursos adaptados a la audiencia que tienen enfrente.
A pesar de los esfuerzos del ministro Pedro Francke por tranquilizar a los mercados y proyectar una imagen de responsabilidad en el manejo económico, no todos sus colegas en carteras de sectores productivos parecen compartir su visión. Tal vez porque no tienen claro qué hacer o porque han asumido la postura populista y confusa del mandatario, que sigue actuando como candidato y no toma decisiones que a medida que pasan los días se hacen más urgentes. Es que en tiempos de incertidumbre, lo que importa son los hechos, no las palabras.
El deterioro de las expectativas no es un asunto que solo preocupa a las “élites”, sino que la propia población está sintiendo los efectos de la falta de rumbo: el alza del dólar y su consiguiente impacto sobre la inflación. El propio presidente del BCR, Julio Velarde, ha dicho que el tipo de cambio no habría alcanzado su nivel actual si no hubiese incertidumbre política. El Gobierno tiene que reaccionar rápido porque, de lo contrario, le será más complicado recuperar la confianza.