Internacionalista
La COP 28 acaba de inaugurarse multitudinariamente en Dubai para evaluar y avanzar en la implementación de los acuerdos de París (2015) sobre limitación del calentamiento global por debajo del rango 1.5-2 grados centígrados. El progreso logrado al respecto es ya considerado insuficiente.
Los intereses contrapuestos entre grandes emisores de gases de efecto invernadero y agentes menores (el “Sur global”) no impiden su eventual convergencia contra esta “amenaza existencial”.
El Perú lleva a esta cumbre desconocidas posiciones de “alta ambición” para “mantener el incremento del cambio climático por debajo de 1.5 grados” consensuadas con siete países latinoamericanos.
Aunque los peores escenarios (un calentamiento de entre 4 y 6 grados) parecen haberse evitado, los esfuerzos realizados (menores emisiones norteamericanas y europeas de entre 17% y 25%) mantienen trayectorias orientadas a la superación del umbral de 1.5 grados. Las probabilidades de que ello no ocurra antes del 2030 son solo del 50%, según la ONU.
A ese riesgo se suma los derivados de la industria agrícola, la conocida actividad petrolera y de servicios indispensables (p.e. el aeronáutico).
Y también los vinculados al anfitrión emiratí. Este acaba de sostener que la ciencia no respalda la necesidad de suprimir gradualmente los combustibles fósiles. Siendo extraordinario el hecho de que la COP 28 se realice bajo el auspicio de un puntal de la producción de hidrocarburos, estas afirmaciones anuncian que la reducción de emisiones en 43% hacia el 2030, 60% adicional para 2035 (ONU) y el logro de “netas 0″ (Estados Unidos y China) para 2050 podría estar en revisión.
Por lo demás, el incremento de las emisiones de dióxido de carbono (China, India, las causadas por conflictos bélicos) no tenderán a atenuarse en el corto plazo. Este es el caso de la guerra en Ucrania que, además de otros daños ambientales, ya habría causado emisiones superiores a las de Bélgica, según expertos que reportaron a la COP 27 (Egipto). Las generadas por el movimiento militar en el Medio Oriente serán también mayores.
Esa interacción entre geopolítica, conflicto y emisión de gases invernadero está llegando a Sudamérica de la mano de Venezuela. Tras pervertir una de las mayores reservas petroleras mundiales, el dictador Maduro ahora busca incrementarlas en el Esequibo, a costa de Guyana. Mientras ese antiguo diferendo se dilucida en la Corte Internacional de Justicia, esta ha dispuesto que Venezuela se inhiba de cualquier acción que “modifique la situación”. Pero el dictador acaba de modificarla convocando a un referéndum para incorporar ese territorio, extremadamente rico en petróleo, a la jurisdicción venezolana anunciando consecuencias aún más peligrosas.
Bajo estas circunstancias, apurar la transición energética o financiar el objetivo de emisiones 0 con requerimientos de entre US$ 4 y US$ 6 trillones anuales pueden no estar al alcance. Y progresar con reducciones más balanceadas parece más viable pero menos eficaz: estas no concuerdan con las urgencias de la amenaza global.