Por Clara Ferreira Marques
Investigadores de Moscú dicen que una de las posibles vacunas contra el coronavirus del país ha demostrado ser segura en ensayos en humanos a pequeña escala y está lista para pruebas más amplias.
Debería ser una victoria modesta para un país que ha buscado durante años restaurar la reputación de tener la ciencia de vanguardia de la era soviética, y para el presidente, Vladimir Putin.
Sin embargo, el jueves, Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá acusaron a Rusia de piratería en centros internacionales de investigación que están tratando de desarrollar una vacuna.
El Kremlin niega cualquier participación, mientras que el jefe del fondo de patrimonio soberano del país calificó las acusaciones como un intento por empañar el esfuerzo de investigación ruso.
Sigue siendo una acusación que pone en peligro el deseado impulso de la inoculación por el prestigio. La diplomacia de las vacunas de la vieja escuela podría ayudar. Incluso en las profundidades de la Guerra Fría, médicos soviéticos y estadounidenses trabajaron de forma colaborativa para combatir la poliomielitis, y más tarde la viruela.
Rusia tampoco es la única nación desesperada por encontrar una solución rápida y, de preferencia, primero. Sin embargo, la presión allí es aguda. Putin necesita elevar su deteriorada popularidad, a pesar de que un plebiscito que se llevó a cabo este mes aprobara cambios constitucionales de forma abrumadora, lo que podría mantenerlo en el poder hasta el 2036.
La necesidad solo ha aumentado con las protestas masivas en la ciudad de occidental de Jabárovsk, después del arresto del gobernador local la semana pasada.
El brote de COVID-19 ha sido intenso en Rusia, que tiene el cuarto mayor número de casos a nivel mundial. Las tasas de mortalidad han sido notablemente bajas, pero los casos nuevos siguen aumentando a un ritmo de más de 6,000 por día.
La economía se ha visto fuertemente golpeada. Sin embargo, los esfuerzos por desarrollar una vacuna se trata tanto de recuperar un estatus empañado por años de baja inversión, un dramático éxodo de profesionales, y las acusaciones del año pasado de plagio y otras prácticas poco éticas que provocaron el retiro de cientos de artículos académicos.
Incluso antes del coronavirus, la innovación y la ciencia eran pilares del plan de desarrollo de US$ 400,000 millones que Putin espera dejar como legado. Infortunadamente, la presión del tiempo y el patriotismo no siempre producen los mejores resultados.
Esfuerzo alentador
Por ahora, lo que sabemos del esfuerzo de la vacuna de Rusia es alentador. La Universidad de Sechenov está probando una vacuna desarrollada por el Instituto de Epidemiología y Microbiología Gamaleya en Moscú, y se está preparando para dar de alta a sus últimos voluntarios después de la fase inicial del estudio.
Registró una respuesta inmune y descubrió que el prototipo era seguro. Los militares, que realizaron un estudio paralelo, han hecho comentarios similares y dieron de alta a sus propios voluntarios.
Rusia no está tan avanzada como AstraZeneca Plc y la Universidad de Oxford o los investigadores chinos, pero tiene más de una docena de candidatos a vacunas prometedores, y Gamaleya se encuentra entre los favoritos, junto con los prototipos desarrollados por el Instituto Vector en Siberia, anteriormente el centro de investigación de armas biológicas soviéticas.
Sin embargo, todavía hay muchas cosas que no sabremos. Los datos de la primera fase del ensayo de Gamaleya aún no son públicos y se requerirán más pruebas. La tercera y última fase, que prueba la efectividad real de la vacuna en un universo más grande, normalmente tomaría entre seis meses y un año. Ni siquiera está claro si Rusia, que ya no es un importante exportador de vacunas, puede fabricar la cantidad suficiente.
Sin embargo, esto no ha atenuado el entusiasmo en los medios de comunicación estatales o actos de valentía como los de investigadores de Gamaleya que voluntariamente se inyectaron el prototipo no probado.
Prácticas como el reclutamiento de voluntarios para el estudio de Gamaleya entre los empleados de la estatal Sberbank PJSC apelando a su patriotismo, no son menos preocupantes.
O métodos simplificados, como ocurrió con un vago estudio de Moscú que alentó a médicos a probar el medicamento contra la malaria hidroxicloroquina. Las acusaciones de piratería empeoran las cosas.
Beneficios
Si Rusia quiere cosechar los beneficios diplomáticos y políticos de una vacuna local, necesita una victoria para ser creíble, en el país y en el extranjero. Seguir las normas internacionales y colaborar sería un comienzo.
De hecho, Putin podría no tener otra opción: es posible que se tengan que realizar pruebas a gran escala en los países donde la tasa de infección es más alta.
Todavía no será algo natural para la administración nacionalista de Putin, que ha luchado durante mucho tiempo por conciliar las aspiraciones de gloria científica con la determinación de reforzar el control.
El Kremlin ha tratado de supervisar los contactos con investigadores extranjeros y varios académicos con vínculos en el extranjero han sido acusados de traición. Otros Gobiernos ahora serán más cautelosos también.
Sin embargo, la historia sugiere que se puede lograr con éxito, con Estados Unidos y otros países. Peter Hotez, del Baylor College of Medicine, quien se desempeñó como enviado científico del expresidente de Estados Unidos Barack Obama y que ha escrito extensamente sobre el tema, destaca particularmente la cooperación entre el médico estadounidense Albert Sabin y el virólogo soviético Mikhail Chumakov en la vacuna oral contra la poliomielitis a fines de la década de 1950.
Las relaciones se habían descongelado un poco después de la muerte de Josef Stalin, pero aún estaban tensas y competitivas: el Sputnik se lanzó en 1957. Ambas partes querían robar secretos tecnológicos.
Aun así, unos años más tarde, hubo colaboración nuevamente cuando los científicos soviéticos fueron pioneros en una técnica de liofilización para la vacuna contra la viruela. Lamentablemente, hoy el ambiente puede ser demasiado tóxico.