¿Una mujer presidenta en México por primera vez? Una plomera y una carpintera se debaten entre la esperanza y el escepticismo tras el nombramiento de Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez como candidatas del oficialismo y la oposición.
Berenice, de 32 años, y Victoria, de 30, no se conocen pero tienen mucho en común. Sufrieron violencia de género, una plaga en este país donde diariamente son asesinadas en promedio diez mujeres.
Desafiando una enquistada cultura machista, tuvieron que batallar para sacar adelante a sus hijos haciendo oficios antes considerados de hombres: Berenice arreglando tuberías y Victoria fabricando muebles.
En México las mujeres cobran cada vez más protagonismo, al grado de que por primera vez dos de ellas se enfrentarán por la presidencia en los comicios del próximo 2 junio.
El oficialista partido de izquierda Morena designó el miércoles como su abanderada a la exalcaldesa de Ciudad de México Claudia Sheinbaum, física de 61 años, quien venció en cinco encuestas, por amplio margen, a sus cinco oponentes hombres.
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En tanto, la senadora de centroderecha Xóchitl Gálvez, empresaria de 60 años, fue ungida el domingo pasado como aspirante de una coalición opositora, dejando en el camino a otra mujer y dos varones.
Para Berenice Aparicio, madre de un niño y una adolescente, el panorama es esperanzador.
“Todavía hay machismo en México, entonces yo creo que tal vez una mujer presidenta pensaría más como mujer, o (en) todo lo que sufre una mujer y haría un cambio”, comenta maquillada y con su melena negra amarrada mientras cambia un inodoro en el centro de la capital.
Vivió varios años con un hombre que la golpeaba por celos y le hacía creer que sola “no iba a poder” subsistir, hasta que decidió dedicarse a la plomería, un oficio que aprendió de adolescente con sus tíos.
En contraste, Victoria González, madre de dos niños y quien prefiere que la llamen Mallory Knox, considera que los partidos se están aprovechando de la fuerza de los movimientos feministas para ganar votos.
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“Creo que es un poquito conveniente el que ahorita, con todo el auge del feminismo, haya una presidenta mujer”, ironiza Mallory, al lustrar superficies de madera en el taller de su padre en el barrio bravo de Chalco, periferia capitalina. Mallory enseña además el oficio a otras mujeres para que ganen independencia.
En el gabinete del presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador, de 19 ministros nueve son mujeres, entre ellas Rosa Icela Rodríguez y Luisa María Alcalde, titulares de las secretarías de Seguridad Pública y Gobernación (Interior).
Las mujeres representan 39% del total de funcionarios y directivos del sector público y privado en México, incluidas la presidenta de la Suprema Corte de Justicia, Norma Piña, y la del órgano electoral, Guadalupe Taddei.
Pero al igual que la violencia del narco, los feminicidios no cesan. De enero a junio 1.516 mujeres fueron asesinadas, y de estos casos unos 500 se investigan como feminicidios, según el gobierno.
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Utopía
Hija de una empleada doméstica y un taquero que ahora despacha su negocio de artículos de plomería, Berenice integra Plomeras en Acción, organización en la que además de actualizarse sobre el oficio aprende a lidiar con los cotidianos actos de discriminación.
“Muchas personas piensan que tienes que hacer mucha fuerza y que por eso una mujer no sería buena para este trabajo”, comenta en su pequeña casa, donde duerme en una litera junto con sus hijos.
En una ocasión un hombre la retó en redes sociales a “una pelea de box”, diciéndole: “‘Si puedes hacer plomería, también puedes pelear’”, relata esta mujer de voz suave.
Por lo tanto, considera que una mujer en la silla presidencial llevaría “al país adelante”.
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En el taller de carpintería de su padre, Mallory escucha una canción del Tri, emblemática banda de rock que critica férreamente la política mexicana.
“He vivido desde violencia sexual” hasta “violencia económica cuando estuve casada con un varón”, cuenta.
“Ahora he vivido violencia ya nombrándome (ndlr, identificándome) como mujer lesbiana siendo mamá” y “discriminación” por ser carpintera desde hace cuatro años, relata.
Para ella, un cambio social no depende “de que sea una mujer o un hombre” quien gobierne.
“Sería como un sueño, como muy utópico el que una mujer pudiera cambiar nuestros pasos (...) Somos más bien nosotras las que vamos cambiando todo a nuestro paso”, remarca.
Fuente: AFP
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