Está resultando ser un prolongado intermedio. Los cines cerraron en todos los países occidentales en marzo; y, pese a los intentos de reapertura en el verano boreal, la taquilla no se ha recuperado. Cineworld, la segunda mayor cadena del mundo, cerró temporalmente desde el 9 de octubre sus 536 cines Regal en Estados Unidos y sus 127 salas en el Reino Unido. AMC, la principal cadena, reducirá su horario en algunos cines británicos Odeon.
En los primeros momentos de la pandemia, el problema fue el público. En marzo, la película Onward de Disney fracasó porque los espectadores se negaron a respirar un aire recirculado en medio de una multitud de desconocidos. La situación empeoró cuando los gobiernos ordenaron el cierre de las salas o impusieron la clausura de los servicios de bar y límites de los aforos.
A medida que los países han ido flexibilizando las restricciones y el público regresa, los cines se han encontrado con pocas cintas que ofrecer. En China, donde el brote de COVID-19 parece estar bajo control, los estudios han empezado a poner en circulación nuevas producciones. Sin embargo, los estudios de Hollywood no van a correr el riesgo de estrenar costosos éxitos de taquilla si permanecen cerrados los grandes mercados (entre ellos, Nueva York y California), y si los espectadores se muestran reacios a acudir a las salas. La mayoría de los grandes lanzamientos han sido pospuestos (ver primer gráfico).
La gota que ha colmado el vaso para Cineworld ha sido, el 2 octubre, la decisión por parte de MGM y Universal Pictures de retrasar de noviembre a abril del 2021 “No Time to Die” (Sin tiempo para morir), la última entrega de la serie de James Bond. No hay planificado ningún gran estreno hasta Navidad, cuando llegará al rescate Wonder Woman 1984 de Warner Bros.
Y puede que llegue demasiado tarde. El público ya había empezado a disminuir antes de la pandemia. Por ello, para diferenciar una salida al cine de una noche de Netflix, las empresas invirtieron en relucientes multicines donde los camareros servían hamburguesas a unos espectadores bien acomodados en asientos reclinables. Semejante inversión disparó la deuda. La deuda total de AMC es de US$ 10,000 millones, seis veces superior al beneficio operativo bruto del año pasado. El ratio deuda-Ebitda de Cineworld es casi igual de alto (ver segundo gráfico).
Nueve meses sin los ingresos de grandes estrenos serán desastrosos. En Estados Unidos, la Asociación Nacional de Propietarios de Cines predice que siete de cada diez pymes del sector desaparecerán si no hay un rescate, una medida que piden al Congreso tomar. Según la agencia de calificación Moody’s, es probable que AMC y Cineworld suspendan pagos o se declaren en quiebra; AMC podría quedarse sin fondos en enero. Las acciones de los operadores occidentales se han desplomado este año, y ahora valen un quinto de su precio hace cinco años (a las compañías chinas les ha ido mejor).
Los dueños de cines han instado a los estudios que sigan produciendo películas. Según Eric Wold del banco de inversión B. Riley, Hollywood podría necesitar “recibir un golpe para rescatar el sector”. Warner Bros recibió uno con el estreno de Tenet en el verano, con una recaudación de sólo US$ 45 millones en las taquillas estadounidenses; quizás el thriller de ciencia ficción no logre cubrir los gastos de producción. Y los estudios no pueden permitirse hacer caridad. Disney ha despedido recientemente a 28,000 empleados de sus parques temáticos golpeados por el COVID.
Los éxitos de taquilla volverán algún día. Aun así, los cines tendrán que aplazar inversiones, subir precios y cerrar locales para apuntalar sus balances, justo en un momento en que los espectadores tienen más razones que nunca para quedarse en casa.
De acuerdo con los datos de la consultora Deloitte, la vivienda media estadounidense se encuentra suscrita a cuatro servicios de streaming. Los estudios cinematográficos están negociando a la baja el período durante el cual las cintas se proyectan exclusivamente en las salas; AMC permitió hace poco, a cambio de una participación de la recaudación, que Universal pusiera películas online sólo tres semanas después de haberse estrenado en los cines.
Incluso si el COVID-19 no la desbarata por completo, es probable que la pantalla grande se haga un poco más pequeña.