Cuando Rusia invadió Ucrania en 2022, la llegada de la guerra a uno de los graneros del mundo hizo que se disparara el precio de los comestibles, excepto por el del azúcar. No obstante, el año pasado estuvo peor para los amantes de los dulces. A medida que cayeron los precios de los cereales, los del azúcar subieron.
Aunque han descendido últimamente, siguen siendo muy altos, al igual que los precios de una clase variada de materiales agrícolas no esenciales que nosotros apodamos “materia prima gourmet”. El precio del cacao, que subió un 82% en 12 meses, está en un máximo que no se había visto en 46 años.
El precio al por mayor del aceite de oliva, a 9,000 euros (o US$ 9,800) la tonelada, rompió un récord (el máximo anterior fue de 6200 dólares en 2006). En Nueva York, los contratos de “jugo de naranja”, para suministros futuros de jugo de naranja concentrado y congelado, se están cotizando en US$ 3.07 la libra, un 50% más que en enero del año pasado. El mercado cafetero no se ha visto tan afectado, pero los precios de los granos arábica —los más finos— siguen en su alza del 44% desde 2021.
El motivo del repunte de precios no es que a los consumidores de pronto se les haya antojado una Coca-Cola o unos chocolates KitKat, sino una letanía de problemas en regiones donde se producen materias primas gourmet. El fenómeno climático El Niño ha provocado sequías en Australia, la India y Tailandia, tres de los cuatro mayores exportadores de azúcar en el mundo. Las lluvias torrenciales en Brasil, el mayor exportador azucarero, han complicado el transporte del producto.
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Una ola de calor en España, que produce la mitad de los cultivos de aceitunas en el planeta, mantuvo la cosecha del año pasado igual a la de 2022, que fue la peor en una década. Los huracanes han arrasado con un 10% de los naranjos en Florida, donde crecen nueve de cada diez de los naranjos estadounidenses. La intensa precipitación en los meses de verano permitió que la temida enfermedad de la mazorca negra y el virus del tallo inflamado de cacao se propagaran en Ghana y Costa de Marfil, los dos mayores productores de cacao en el mundo.
Los precios elevados de las materias primas gourmet ya están afectando a los de los productos acabados. En 2023, el costo del azúcar y los dulces aumentó un 9% en Estados Unidos, y varios gigantes de la confitería ya advirtieron que es probable que estos productos sean aún más costosos este año. En teoría, esto debería deprimir la demanda. Sin embargo, hasta el momento, hay pocas señales de que esta subida de precios esté afectando el apetito del consumidor.
A los fanáticos del pastel no les quedará otro remedio más que esperar a que los precios bajen cuando El Niño se disipe, como está previsto que suceda en junio, y que los agricultores empiecen a plantar más en respuesta a los precios actuales. Sin embargo, es probable que cualquier alivio en los precios sea breve. La “regulación libre de deforestación” de la Unión Europea —nuevas normas estrictas para las exportaciones en el bloque, que cubrirán el cacao, el café y el aceite de palma— entrará en vigor a finales de 2024.
Los mayores costos de cumplimiento y la incertidumbre en torno a la aplicación de estas normas podrían instar a los importadores europeos a abastecerse de provisiones antes de la fecha de inicio. Como Europa suele representar una tercera parte de las importaciones globales de cacao y café, esta fiebre de suministro podría sacudir a los mercados internacionales.
Lo que más preocupa son los fenómenos más duraderos. En Ghana y Costa de Marfil, los precios a los que los agricultores les venden a los mayoristas, los cuales establece el Estado, siguen siendo demasiado bajos; cosa que, según Paul Joule de Rabobank, un prestamista neerlandés, desalienta las nuevas siembras pese a los precios altísimos a nivel mundial. Joule no espera que las políticas cambien pronto.
Además, a medida que el cambio climático vuelva más frecuentes los fenómenos meteorológicos extremos, aumentará el riesgo de que varias regiones cruciales de producción sufran al mismo tiempo, y de que los productores más grandes del mundo frenen sus exportaciones en consecuencia.
En este escenario, los consumidores tendrán que pagar, los agricultores seguirán perdiendo y los intermediarios que se aprovechan de los cambios de precios se quedarán con una rebanada cada vez más grande del pastel.
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