Las anomalías de temperatura que se registran en la superficie del océano Índico podrían ayudar a predecir la magnitud de las epidemias mundiales de dengue, según un estudio que publica Science.
Un equipo internacional encabezado por la Universidad Normal de Pekín analizó indicadores climáticos y de la incidencia mundial del dengue desde 1990 hasta 2019 en 46 países del Sudeste Asiático y América.
De esta forma, modelaron las asociaciones entre los patrones climáticos globales y la magnitud estacional e interanual de las epidemias de dengue.
LEA TAMBIÉN: EsSalud lanza ChatBot para prevenir y detectar casos de dengue con uso de IA
LEA TAMBIÉN: Gestantes con dengue podrían presentar posibles complicaciones fetales
Aunque los autores consideran que los hallazgos podrían permitir una planificación más eficaz de la respuesta a los brotes de dengue, advierten de que son necesarias más evaluaciones para valorar el rendimiento predictivo del modelo.
Los actuales sistemas de alerta temprana del dengue utilizan indicadores climáticos, como las precipitaciones y la temperatura, para predecir las tendencias de la enfermedad.
El fenómeno climático de El Niño ya se sabe que influye en la dinámica de la transmisión del dengue a escala mundial al afectar a la reproducción de los mosquitos, pero no se conocen bien los factores que influyen a larga distancia en los brotes.
Los investigadores descubrieron que el Índice de toda la cuenca del Océano Índico (IOBW) -la media regional de las anomalías de la temperatura de la superficie del mar- está “estrechamente relacionado con las epidemias de dengue tanto en el hemisferio norte como en el hemisferio sur”.
En los tres meses anteriores a la estación del dengue, este índice es “un factor crucial para predecir la magnitud de la enfermedad y el calendario de brotes anuales de dengue en cada hemisferio”, resume Science.
La capacidad del IOBW para predecir la incidencia del dengue se debe probablemente a su efecto sobre las temperaturas regionales, agrega el estudio.
El dengue, una enfermedad transmitida por mosquitos, afecta a casi la mitad de la población mundial y actualmente no hay fármacos ni vacunas específicas para ella.
Los brotes de esta enfermedad pueden tener graves repercusiones en la salud pública y la economía, por lo que la capacidad de predecir el riesgo de aparición y prepararse en consecuencia es crucial para muchas regiones donde la enfermedad es endémica.