La lucha contra el cambio climático y la congestión que los camiones crean en carreteras de todo el mundo están impulsando proyectos para llevar bajo tierra el transporte de carga, y Suiza es el país más avanzado en ellos, con un proyecto que podría implantarse hacia 2045 con vehículos eléctricos y autónomos.
Una sociedad anónima, Cargo Sous Terrain (CST), es la responsable de esta idea que surgió entre inversores e ingenieros suizos en 2010, a la que el Parlamento helvético dio luz verde en agosto de 2022 y que según sus responsables podría comenzar sus obras en breve.
”Estamos buscando fondos para la construcción, que empezará hacia 2026 y en su primera fase podría costar unos 3.400 millones de francos (3.500 millones de euros)”, explicó a EFE el portavoz de la compañía, Patrick Aellig.
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Zúrich, punto de partida
Esa primera fase consistiría en un primer túnel entre Zúrich, la mayor ciudad del país, y Harkingen, una localidad a unos 70 kilómetros al oeste, pequeña pero estratégica al encontrarse en el cruce de caminos de las actuales grandes rutas de transporte nacionales.
Más tarde se extendería, siempre en profundidad, a otras grandes ciudades como Berna, Ginebra, Basilea o Lucerna, hasta conformar una red de al menos 500 kilómetros situada a unos 40 metros bajo la superficie, y que supondría una inversión total de entre 30.000 y 35.000 millones de francos suizos (31.000-36.000 millones de euros).
Frente a otro proyecto subterráneo similar, el famoso Hyperloop abanderado por ahora sólo en el plano teórico por el magnate Elon Musk, la velocidad de este transporte no sería ultrasónica, sino de unos 30 kilómetros por hora, lo suficiente, según Aellig, para un país de pequeño tamaño como Suiza.
”No es tan vital que las mercancías lleguen de un sitio como Zúrich a otro como Basilea en un tiempo récord, lo importante es que haya un flujo estable de productos, seguro y no interrumpido por los atascos. No es necesaria alta velocidad, y claro está, saldría más barato”, explica el portavoz de CST.
Llamativo de este proyecto es el hecho de que quiere ser totalmente financiado por iniciativa privada: aunque el Parlamento nacional lo aprobó, estipuló también que el Gobierno federal no se involucraría económicamente en el proyecto, por lo que el gran desafío es encontrar la financiación por otras vías.
”Lo preferimos así, porque queremos diseñar un sistema con arreglo a las necesidades de la logística y la economía. No queríamos una solución ‘política’ en la que puedan obligarnos, por ejemplo, a construir una parada aquí o allá”, comenta Aellig.
La rentabilidad del proyecto a largo plazo pasaría por cobrar a las firmas de transporte el uso de los vehículos subterráneos, una suerte de vagones de menos de tres metros de altura y anchura, con precios que puedan competir con los de sus competidores más convencionales en el tráfico terrestre y ferroviario.
Técnicamente posible ya
A nivel técnico, el portavoz subraya que no debería ser complicado construir esta red a un país como la montañosa Suiza, “ya acostumbrada a los túneles”, aunque el proyecto aguarda mejoras tecnológicas en el transporte eléctrico y el autónomo.
”El principal reto está en el sistema de carga, un ascensor que pueda llevar de arriba abajo muchos productos a la vez en un tiempo relativamente corto”, explica.
Otro proyecto similar, en Londres, imagina un transporte subterráneo de cargamentos de pequeño tamaño mediante una red de trenes de levitación magnética, aunque el plan de Suiza es el único por ahora a un nivel nacional y con preparativos realmente avanzados.
En enero de este año comenzaron las perforaciones exploratorias y las mediciones geológicas por parte de CST, empresa que asegura que tiene un amplio apoyo de sectores medioambientales, para una idea que puede reducir considerablemente emisiones de gases de efecto invernadero pero también accidentes de tránsito.
No obstante, reconoció el portavoz de la compañía, la construcción de la red tiene que tomar precauciones a la hora, por ejemplo, de no interferir en aguas subterráneas.
En Suiza, un país sin mares y en el cruce de caminos de numerosas potencias económicas de la Unión Europea, dos tercios de las mercancías se transportan en camiones, el resto en tren, y las previsiones apuntan a que al actual ritmo la densidad de tráfico de carga terrestre aumentará más de un 30 % de aquí a 2040.
”Estamos concienciados de la importancia de proteger el medio ambiente, la gente no quiere que se construyan carreteras sin límite; es un país muy innovador, y existe el dinero necesario para un proyecto de esta escala”, resume Aellig, quien señala que el proyecto interesa también en países como Reino Unido, Alemania o China.