En su granja de 770 hectáreas, Woodhall produce beterragas orgánicas desde hace casi una década y exporta casi la mitad de su producción a Europa.(Foto: GettyImages).
En su granja de 770 hectáreas, Woodhall produce beterragas orgánicas desde hace casi una década y exporta casi la mitad de su producción a Europa.(Foto: GettyImages).

En el corazón de la campiña , Will Woodhall se esfuerza por ser positivo, pese a que varias toneladas de sus (también llamadas remolachas) orgánicas, por un valor de más de US$ 115,000, se pudren en su granja por falta de compradores europeos tras el .

“Es realmente una pena, tantos esfuerzos para esto”, lamenta este agricultor de 35 años, señalando un montículo de 4.5 metros de alto de hortalizas en descomposición desde octubre.

“Nunca antes me había quedado sin vender una cosecha de esta magnitud. Evidentemente, esto impacta nuestro negocio. Esperamos poder digerirlo e intento ser positivo”, dice.

La beterraga de Woodhall es una de las víctimas del Brexit, desde que la burocracia ligada a la salida británica de la Unión Europea (UE) complicó la exportación de productos hacia el continente.

En su granja de 770 hectáreas, Woodhall produce beterragas orgánicas desde hace casi una década y exporta casi la mitad de su producción a Europa.

En un primer momento pensó que el Brexit, en vigor desde el 2020, tendría pocas consecuencias en su actividad. Pero tras una transición de 11 meses, el Reino Unido salió de la unión aduanera y el mercado común europeo, sumiendo a los comerciantes en la incertidumbre.

“Mucho engorro”

Rápidamente, uno de sus compradores europeos rompió un contrato para la venta de cientos de toneladas de beterragas y desde entonces no ha vuelto a pasar pedido. “Dijeron que no querían productos que no fueran europeos”, explica el agricultor inglés.

Antes, sus compradores mezclaban su producto con otros procedentes de otros países europeos pero ahora, tras el Brexit, deben separarlos para distinguirlos, lo que les cuesta tiempo y dinero. “Es mucho engorro, no puedo reprochárselo”, admite Woodhall.

Este productor, que suele vender sus hortalizas en invierno una vez finalizada la cosecha de otoño, se encontró con varias toneladas de beterragas sin comprador, por valor de 90,000 libras (US$ 117,000, 109,000 euros). “Fue todo un golpe”, resume.

El primer ministro británico, Boris Johnson, y otros partidarios del Brexit prometieron que la salida de la UE liberaría al Reino Unido de las limitaciones burocráticas y abriría nuevos mercados al país.

Pero muchas empresas, como la granja de Will Woodhall, se apoyan al menos parcialmente en el comercio con el continente y el Brexit les ha hecho las cosas mucho más complicadas.

¿Drones o camping?

“Ahora, produciremos solo para el Reino Unido. No habrá más exportaciones hacia la UE de nuestras beterragas orgánicas, lo que es una pena”, lamenta Woodhall.

Para compensar, piensa cultivar más cebolleta, cereales, alubias y guisantes con los que diversificar una producción destinada al mercado doméstico.

“Tenemos que seguir adelante”, afirma este agricultor que, consciente de que los compradores británicos solo pueden remplazar a una parte de sus clientes europeos, está contemplando desde acoger carreras de drones hasta dedicar sus tierras al camping de lujo.

Pese a todo, este agricultor que en el referéndum del 2016 votó por permanecer en la UE se muestra optimista sobre las posibilidades a largo plazo vinculadas al Brexit, a condición de que los políticos cumplan sus promesas.

“Creo sinceramente que, dentro de diez años, estaremos mejor fuera, con el Brexit, al tener nuestro propio mercado. Pero ¿cuántos van a quebrar hasta entonces?”, se pregunta. “Y ¿tenemos el apoyo necesario? No lo sé”, subraya.

Frente a una agricultura ampliamente subvencionada en Europa, las ayudas del gobierno británico “no están a la altura” debido al reducido tamaño del sector. La agricultura “no vale tanto (como otros sectores), supongo, pero para miles de personas como yo es un modo de vida”, afirma.

Mientras tanto, no le queda otra opción que dejar pudrir sus beterragas. “Me parte el corazón. Vengo cada día y miro la pila y, a veces, me llevo las manos a la cabeza”, reconoce. “Tengo realmente que encontrar otra cosa”.

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