En plena zona metropolitana de São Paulo, la mayor urbe de Latinoamérica, se esconden 700,000 metros cuadrados de bosque, un refugio natural para más de 120 especies de animales, que en la Reserva Coral Tangará pueden respirar el aire más puro de la zona y disfrutar de dos manantiales de aguas cristalinas.
Ubicada en el municipio de Mauá, justo al lado de una de mayores plantas de producción de pinturas y recubrimientos del mundo, perteneciente a la multinacional holandesa AkzoNobel, la Mata Atlántica, el bioma más devastado y amenazado de Brasil, encontró en la fábrica vecina una gran aliada para su recuperación y conservación.
La Mata Atlántica pide ayuda
La Mata Atlántica es el bosque tropical húmedo que se extiende a lo largo de la costa brasileña, precisamente la zona más industrializada del país, lo que pone en jaque su conservación.
El bioma, que también se extiende por Argentina y Paraguay, alberga más de 20,000 especies de fauna y flora, casi 2.000 de ellas amenazadas de extinción.
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Entre 2021 y 2022, la Mata Atlántica perdió 20.075 hectáreas de bosques nativos, según un informe de la fundación SOS Mata Atlântica, que usa datos oficiales recopilados por satélite.
Para revertir este escenario, la ONG defiende la creación de unidades de conservación y reservas particulares, algo que es clave, ya que el 78 % de las tierras en este bioma son de dominio privado.
Solo el 10% del territorio de la Mata Atlántica está protegido, pero según cálculos de SOS Mata Atlântica, esto permite compensar 1,5 gigatoneladas de CO2.
Ejemplo de desarrollo sostenible
Un ejemplo de esta labor de protección es el trabajo que AkzoNobel lleva a cabo en la Reserva Coral Tangará, que supone un 10% de los bosques nativos del municipio de Mauá.
En los últimos diez años, la empresa invirtió cerca de US$ 480,000 en la reserva, dónde ha realizado un trabajo de restauración con foco en la retirada de eucaliptos para replantar especies nativas.
Logró mejorar la calidad del agua, prevenir incendios y formar un corredor biológico, explica la gerente de sustentabilidad de AkzoNobel, Flávia Takeuchi.
“Los cambios que hemos visto han sido principalmente en términos de biodiversidad y de la regulación del agua”, afirma Takeuchi, en una entrevista a EFE.
Como el agua es una de las principales materias primas de la fábrica de pinturas, arguye Takeuchi, era imprescindible adoptar medidas para conservar este recurso.
“Sabemos que la calidad del agua procedente de los eucaliptos no era muy buena, comparada con la que viene de la vegetación nativa”, detalla.
La compañía también realiza un trabajo de educación ambiental con niños de escuelas públicas locales que pueden realizar visitas guiadas por la reserva.
Otra medida adoptada en Mauá fue la creación de una planta de tratamiento de efluentes.
La estructura, con un costo de casi US$ 2,6 millones, somete el agua a procesos de purificación física, química y biológica, que permiten su reutilización en la producción de pinturas y revestimientos, lo que posibilitó que la fábrica lograra una tasa de reuso de un 100%.
Responsabilidad de todos
Takeuchi subraya que estos proyectos son un gran reto para AkzoNobe. “Tuvimos que salir de nuestra zona de confort, pero queremos mostrar el camino e inspirar a otras empresas”, añade.
Asimismo, llama a todos los sectores locales a hacer un esfuerzo colectivo para avanzar hacia un futuro más sostenible.
“No solo el sector público, sino también el privado y la comunidad. Todos tenemos un papel que desempeñar en la conservación”, concluye.
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