Las zonas de pesca del Caribe colombiano son explotadas de manera irresponsable, lo que pone en peligro las poblaciones de peces y la subsistencia de comunidades locales que dependen de este recurso para su economía y alimentación, pese a los esfuerzos del Gobierno y la industria por implementar prácticas sostenibles.
La sobrepesca y la falta de regulaciones adecuadas “están dejando un impacto negativo en la región que requiere de medidas urgentes para proteger sus ecosistemas y asegurar un futuro sostenible para las comunidades costeras”, dice a EFE el coordinador de programas de la Fundación MarViva, Juan Manuel Díaz, quien indica que “el Caribe está sobrepescado y “en las últimas”.
“Si uno mira las estadísticas de cuánto pescado se saca anualmente en el Caribe es terrible”, menciona Díaz, y agrega que “la miseria del pescador artesanal” en esa zona del país “es fuerte”, ya que la pesca indiscriminada está amenazando su sustento y tienen que luchar a diario para sobrevivir en medio de condiciones económicas y ambientales adversas.
Colombia, sobreexplotada
En su Informe sobre Pesca 2022, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) indica que Colombia tiene, de 32 países analizados, la mayor proporción de poblaciones de peces que no cumplen con los estándares de sostenibilidad.
Según el documento, en Colombia se evaluaron 29 reservas de diferentes especies de peces o mariscos y se concluyó que más de la mitad no gozaban de buena salud.
Por su parte, la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap), encargada de ejecutar la política del sector en Colombia, explica a EFE que “estos estudios le permiten al país evaluar y generar las debidas acciones de mejora” en la industria pesquera, entendiendo también “sus capacidades y niveles de desarrollo”.
“Estamos comprometidos con la acuicultura y la pesca responsable”, razón por la que “venimos desarrollando diferentes acciones que permiten un aprovechamiento sostenible de los recursos pesqueros del país”, detalla la Aunap.
Sin embargo, la Fundación MarViva, con sedes operativas en Costa Rica, Panamá y Colombia que buscan la protección del mar y la costa, denuncia que “los enfoques de la Aunap se han ido hacia el aumento del esfuerzo pesquero”, lo que significa “más lanchas, redes y pescadores”.
“Piensan que eso va a traer más pescado y llega un punto en el que no ocurre”, señala Díaz, quien añade que “por más que se siga aumentando el esfuerzo pesquero, llega un momento en que no pescan nada”.
El informe de la OCDE se fija en la gestión pesquera de los gobiernos y señala que casos como el de China, que tienen demasiadas subvenciones a la pesca, están ocurriendo en el país: “Eso se llama incentivos perversos, porque se está incentivando a que capturen más (peces) sin tener conocimiento de cómo están los stocks en Colombia”, considera Díaz.
La otra cara de la pesca
Bahía Solano, una zona afectada por el conflicto armado en el Pacífico colombiano, se ha convertido, según MarViva, en un modelo de pesca sostenible con prácticas responsables por parte de sus pescadores, lo que le ha permitido a la comunidad local preservar sus recursos marinos y mejorar su calidad de vida.
“Nos hemos dedicado a realizar una pesca responsable y sostenible”, apunta el propietario de Pesquera La Merluza, Jorge Iván Chica, y agrega que el principal objetivo de los pescadores es garantizar que la pesca cumpla todas las normas de sostenibilidad para que los peces gocen de buena salud y así “los nuevos pescadores y las futuras generaciones puedan seguir viviendo de esto”.
Todo comenzó con un “colapso” en el 2006 porque estaban utilizando toda clase de artes de pesca nocivas para las especies.
“Nos estábamos haciendo daño a nosotros y al medioambiente”, dice el propietario de esta pesquera. “Le propusimos al Gobierno sacar todos los trasmallos, equipos y artes de pesca nocivos”, al mismo tiempo que le exigieron una zona de pesca bajo ley.
Fue así como en el 2008 la resolución temporal 2650 declaró la zona exclusiva de pesca artesanal (ZEPA) en el norte del departamento del Chocó, declarada permanente en el 2013 y al mismo tiempo se le extendió a los límites con Panamá y el Parque Nacional Utría.
“Todo pescado debe pasar por la talla media de madurez y debe ser capturado con línea de mano anzuelo en la ZEPA por pescadores artesanales de la región”, afirma Chica, y concluye que en Bahía Solano “se ha hecho una sensibilización con los pescadores, los dueños de las pesqueras y los habitantes con el fin de preservar y conservar”.
(Con información de EFE)