La invasión de Rusia a Ucrania ha desafiado la oposición ASG (ambiental, social y de gobernanza corporativa) a la defensa y las existencias de energía convencional. Es probable que la próxima prueba para los puristas ASG sea la seguridad alimentaria, donde la conciliación de los objetivos ambientales y sociales plantea un desafío al dogma existente.
La necesidad de alimentar a una población en expansión y, a la par, reducir las altas emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la agricultura significa que esta debe volverse más eficiente. Una solución es un mayor uso la de tecnología de la genética en la producción de semillas. Sin embargo, los organismos genéticamente modificados (OGM) siguen siendo una pesadilla para muchos fondos ASG que desconfían de las consecuencias no deseadas de intervenir en la cadena alimentaria (el llamado principio de precaución).
La dificultad con esta postura de cautela es que se vuelve más difícil de mantener si exacerba el riesgo de una crisis alimentaria. Por eso, algunos inversionistas ahora apuestan a que la posición frente a ASG cambiará.
El impacto ambiental de la agricultura no se puede ignorar. Esta actividad es responsable de aproximadamente una cuarta parte de las emisiones globales, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas. La deforestación para obtener terrenos de cultivo perjudica la biodiversidad y existe una necesidad continua de reducir la toxicidad de los pesticidas y herbicidas.
No obstante, contrarrestar esto es una consideración social muy seria. La demanda de alimentos de cultivo se dirige hacia una lectura que sería un 61% más alta en el 2050 frente al 2020, según analistas de UBS Group AG.
Si bien el rendimiento agrícola viene mejorando, es importante acelerarlo para evitar un déficit en los suministros de cultivos posiblemente a inicios de la siguiente década, considera UBS. Sin tales mejoras, según la investigación, los terrenos de cultivo adicionales necesarios para satisfacer la demanda equivalen a la superficie combinada del Reino Unido, Francia, Bélgica y Países Bajos.
¿Se podría resolver el problema cambiando los hábitos alimenticios, reduciendo la necesidad de ciertos cultivos o disminuyendo el desperdicio de alimentos? UBS considera un escenario en el que los consumidores de los países de mayores ingresos comen menos carne, la población crece en el extremo inferior de las estimaciones de la ONU y hay una reducción tanto en el desperdicio de alimentos como en el uso de biocombustibles. Habría suficiente suministro de alimento, pero no habría reforestación. Así que los esfuerzos para promover la biodiversidad se verían afectados.
Esto significa que cumplir con los objetivos ambientales y sociales requerirá soluciones que aborden la oferta y la demanda de manera conjunta. Las industrias que lo permiten podrían generar US$ 1.3 billones en ingresos anuales para el 2050, prevé UBS. Se destacan las semillas y la fitogenética, dado su potencial para aumentar el rendimiento agrícola.
Sin embargo, las oportunidades de inversión directa son escasas. Dos empresas que cotizan en bolsa, Bayer AG —el grupo alemán que compró el controvertido pionero de las semillas genéticamente modificadas Monsanto en el 2018— y Corteva Inc. —escindida de la fusión de Dow Chemical y Dupont en el 2019—, dominan la industria de las semillas. Syngenta, de ChemChina, que ocupa el tercer lugar, contempla cotizar en bolsa pero no está claro cuándo.
Lo que nos lleva a la reciente llegada de fondos activistas a Bayer, como Inclusive Capital Partners LP —que se centra en el impacto social—, establecido por Jeff Ubben, fundador de la firma de inversiones ValueAct Capital.
Los activistas buscan acciones que negocien por debajo del valor razonable percibido, con catalizadores identificables para cerrar la brecha. La valoración de mercado de Bayer sufre un descuento considerable frente a Corteva, incluso teniendo en cuenta el hecho de que la mitad de su negocio está en productos farmacéuticos.
Los desencadenantes obvios para cerrar el descuento son: un acuerdo decisivo de litigio que afirma que los herbicidas que contienen glifosato causan cáncer; un cambio de gestión; y cotizar una participación en el negocio de la ciencia agrícola para atraer inversionistas disuadidos por la estructura de conglomerado de Bayer.
Pero además de estos impulsores de valor convencionales, existe la posibilidad de que la actitud ASG hacia el sector de la ciencia agrícola cambie radicalmente. Para algunos fondos e índices ASG, las empresas que generan más de una fracción de sus ingresos a partir de OGM están fuera de los límites tanto como las empresas involucradas en el tabaco, los juegos de azar y las armas nucleares. La pregunta es si, a nivel mundial, habrá un giro para llegar a percibir la tecnología de la genética de los alimentos como necesaria para lograr la descarbonización, lo que a su vez generaría calificaciones ASG más altas.
Fuera de Estados Unidos, el mundo ha tenido dudas frente a la aceptación de los OGM en la cadena alimentaria. Pero se está reuniendo la evidencia para sustentar la tesis de inversión.
El debate corporativo y de inversionistas está comenzando a incluir el tema de las emisiones derivadas de la producción de alimentos. El gigante francés de los lácteos Danone SA dijo el mes pasado que apuntaba a una reducción del 30% en las emisiones de metano de su cadena de suministro de leche fresca para el 2030.
Otros se verán presionados a asumir compromisos similares. MSCI Inc. modificó sus criterios de exclusión ASG el año pasado y ahora es menos probable que las empresas involucradas en OGM levanten una bandera roja. Algunos analistas también señalan que la llamada edición de genes es potencialmente más aceptable para el público y los reguladores que la modificación genética, ya que la edición genética implica alterar el ADN de una planta sin introducir un gen extraño, como sí sucede con los OGM.
Los mercados financieros pueden ayudar asignando capital a las empresas mejor posicionadas para prevenir una crisis alimentaria. Pero la rama “G” del componente ASG también tendrá una gran importancia. La necesidad de grandes presupuestos de investigación y desarrollo significa que es probable que la ciencia de la agricultura quede concentrada en manos de unos cuantos actores poderosos.
La buena gobernanza será crucial. Un número limitado de productores de semillas, que podrían vender fertilizantes y productos químicos para la protección de cultivos a los mismos clientes, no es lo ideal (sobre todo teniendo en cuenta la necesidad de biodiversidad).
Esta industria no solo necesita activistas, sino también inversionistas activos a largo plazo que brinden el mejor escrutinio que los mercados públicos tienen para ofrecer.
Por Chris Hughes