Situada a medio camino entre las pirámides de Sakara y Guiza, en el límite fértil del canal del Nilo, la granja Happy Farm acoge a mujeres del Egipto rural, que trabajan para divulgar la cocina milenaria de un país con graves problemas nutricionales y de sobrepeso.
Fifi, de 31 años, prepara con delicadeza las hogazas de pan ‘baladi’ (del país), antes de meterlas en un gran horno azul, mientras sus compañeras acaban de cocinar los platos para el ‘iftar’, la rotura del ayuno durante el mes de Ramadán.
En colaboración con chefs y nutricionistas, mujeres como Fifi preparan un menú de temporada con los alimentos de la propia granja, que sirven a visitantes en uno de los jardines del recinto.
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Entre los indispensables para la cena están el queso Bekhero y el tradicional Kishk Saedi, una masa elaborada con leche fermentada y trigo, un alimento altamente nutritivo y en vías de extinción.
“La gastronomía egipcia ha desaparecido prácticamente por completo en las dos últimas generaciones”, explicó a EFE Laura Tabet, la fundadora de la ONG Nawaya y propietaria de Happy Farm, un proyecto que inició hace una década y que hasta la fecha ha involucrado a más de 300 mujeres.
La organización emplea a una decena de mujeres y forma a muchas otras en su granja, donde cultivan sus propias verduras ecológicas y crían su propio ganado, además de organizar comidas privadas y talleres de cocina tradicional egipcia.
De origen egipcio y británico, tras estudiar nutrición y medio ambiente en Canadá, Tabet se trasladó desde una de las barriadas de la capital a Sakara, una localidad famosa por su turismo arqueológico, “pero cuyos beneficios no llegan casi nunca a la comunidad local”.
Un proyecto femenino
“Cuando lanzamos Nawaya, el primer paso fue llegar a las mujeres del entorno rural”, explicó, y “nos dimos cuenta de que no tenían prácticamente ningún conocimiento sobre alimentación sana”.
Para ello, se organizaron proyecciones populares de vídeos con recetas de cocina tradicional, seguidas de coloquios donde “las mujeres también compartían sus conocimientos”, y así localizaron “a líderes locales dispuestas a colaborar de forma activa con la idea”.
Tabet aseguró que “en el Egipto rural, las mujeres prácticamente nunca abandonan la casa”, no participan en la cosecha y, como mucho, crían pollos en los tejados.
“Hace 10 años era muy difícil convencerlas de venir”, explicó, “pero la actual situación económica hace que necesiten ingresos para mantener a sus familias”, ya que todas las cocineras reciben un salario por su trabajo en la granja.
Nuevas formas de turismo
Nawaya busca ahora impulsar otras iniciativas vinculadas al turismo gastronómico y ecológico, prácticamente desconocido en un país que, en 2023, fue visitado por 15 millones de extranjeros.
Parte del problema, según Tabet, es “la inexistencia de cooperativas” que permitan a los pequeños agricultores “competir en precios con las grandes productoras de alimentos”, que “están acostumbradas a utilizar gran cantidad de pesticidas”.
El aumento de precios de los últimos años ha hecho que una gran parte de los habitantes de megaurbes como El Cairo, cuya área metropolitana se estima en 22 millones de personas, “no tengan acceso a productos frescos y prefieran comida basura, mucho más barata pero terrible a nivel nutricional”.
A causa de ello, los problemas de sobrepeso se han disparado en Egipto, con el 44.7% de las mujeres y el 25.9% de los hombres con obesidad, y donde la diabetes afecta al 23.4% de las mujeres y al 18.8% de los hombres.
“Creemos que el regreso a los orígenes de la cocina egipcia, excepcionalmente rica y sana, es la clave para que las próximas generaciones crezcan de forma saludable”, concluyó Tabet.
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