Los camiones de carga hacen cola para entrar en el puerto de Dover en la costa sur de Inglaterra, el 10 de diciembre de 2020. (Foto: AFP)
Los camiones de carga hacen cola para entrar en el puerto de Dover en la costa sur de Inglaterra, el 10 de diciembre de 2020. (Foto: AFP)

En el puerto inglés de Dover “es el caos”. Los preparativos finales para la salida del Reino Unido del mercado único europeo el 31 de diciembre se han convertido en misión imposible.

Karen Strand es agente de aduanas. Probablemente una de las profesiones menos envidiadas en este momento en el Reino Unido. “En una palabra, es el caos absoluto”, describe antes de que acabe el periodo de transición tras el , desde su pequeña agencia de importación-exportación.

Esta última se encuentra en primera línea para enfrentar las consecuencias del Brexit, a pesar del acuerdo comercial concluido entre Londres y Bruselas que exonera al país de aranceles y cuotas.

La agencia, KSI Port Link Ltd, situada en los accesos al principal puerto comercial del vivió años apacibles al ritmo de los ferris con destino al puerto francés de Calais. Pequeñas y medianas empresas locales le entregaban manzanas, componentes electrónicos o telas para enviar al continente.

Su trabajo era principalmente logístico con garajes de camiones, empaquetado y ciertas formalidades. De la noche a la mañana, para Karen Strand es igual de complicado trabajar con la vecina Europa, a 20 kilómetros al otro lado del canal, que con Australia.

El periodo de transición de once meses que permitía al Reino Unido adaptarse a las reglas comerciales de la Unión Europea, tras el Brexit el pasado 31 de enero, toca a su fin el jueves a las 23H00 hora local y GMT, medianoche en Bruselas.

Para las importaciones, “nuestros clientes deben descargar un nuevo documento para Reino Unido”. Pero para las exportaciones, “ahora debemos tratar con 27 países diferentes”, se desespera Karen Strand.

Gestión de emergencia

El mayor cambio para la agencia y sus clientes es la “garantía de tránsito”, que ahora es obligatoria. Se trata de una suma de dinero virtual exigida por el país de tránsito “tan pronto como un producto británico pisa el continente europeo”, como garantía en caso de posibles impagos o irregularidades aduaneras.

Desde la apertura por la mañana, ya hubo 25 llamadas y unos treinta emails solo a este respecto, según la agente aduanera. Desbordada, Strand ha terminado por crear una respuesta automática en sus emails disculpándose por no poder satisfacer todas las demandas inmediatamente.

“Por lo general, nuestra profesión de agente de aduana es ayudar, esto es doloroso”, dice la empleada de 52 años. “Trabajamos a tiempo completo, pero no es bastante, debemos rechazar contratos y decir no a los nuevos clientes”, lamenta.

Su trabajo ya no es la importación-exportación, sino la gestión concreta y de emergencia del Brexit, estima.

A su vuelta del puente de Navidad, Karen Strand amplió su pequeña oficina en la ciudad, donde trabajan 10 empleados, y reclutó a un equipo de 10 interinos a los que forma rápidamente, e improvisando, sobre las cuestiones de los formularios de aduanas.

“No contamos con ninguna información segura. El gobierno es muy lento comunicando”, dice.

“El tiempo apremia”

A pesar de la pandemia y las preocupaciones sanitarias, Londres intensificó en los últimos días su campaña para incitar a las empresas y particulares a acelerar los preparativos.

“Get ready! Time is pressing” (¡Prepárense, el tiempo apremia!): en un mensaje de video y de radio, con un “tic-tac” de fondo inquietante, las autoridades invitan a dirigirse a una web dedicada a las formalidades del Brexit.

Para Strand, esto no es nada útil para los profesionales del comercio internacional que están enfrentados a cuestiones muy precisas de sus clientes, según los tipos de mercancías.

Del acuerdo comercial concluido in extremis la víspera de Navidad y que puso fin al interminable culebrón del divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea, queda un documento de casi 1,000 páginas, de tal nivel técnico que Strand estima que se necesitarán “semanas, incluso meses, para entender cómo traducirlo concretamente”.

En esta región de Kent, algunas empresas optaron por tirar la toalla. Hornby, el fabricante de trenes eléctricos en miniatura de lujo, anunció antes de Navidad en Twitter que suspendía todas sus entregas en el extranjero hasta el 4 de enero “debido a la incertidumbre que rodea al Brexit”.