Argentina prácticamente no tiene dólares. Lo cual, según los críticos, es un gran impedimento para el plan del candidato presidencial Javier Milei de dolarizar la economía devastada por la crisis. Incluso los propios asesores de Milei están empezando a inquietarse por lo vacías que están las arcas.
Pero si se le pregunta al economista Francisco Zalles sobre este problema, se burla. Solo hay que seguir adelante y convertir el dólar en la moneda oficial del país, afirma, y hacerlo rápido. Cuanto más rápido se haga, más rápido se estabilizará la inflación. Entonces podrán bajar las tasas de interés y empezar a entrar dólares, allanando el camino para el crecimiento.
Zalles no es un economista cualquiera. Es uno de los pocos en el mundo con experiencia en este tipo de procesos, ya que lo hizo en su Ecuador natal hace dos décadas. Las condiciones de entonces —una inflación galopante, la caída de la moneda, el estancamiento del crecimiento— eran muy similares a las de la Argentina actual. Y aunque la trayectoria económica de Ecuador ha sido desigual desde entonces, una cosa es cierta: la inflación desenfrenada que empobrecía a la gente mes tras mes desapareció.
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“Para que el plan de Milei funcione, no necesita nada”, dijo en una entrevista Zalles, que más tarde trabajaría en Greylock Capital Management. “Solo necesita dolarizar”.
Para muchos escépticos, la visión de Zalles es peligrosamente optimista, incluso temeraria. Sin dólares para defender el tipo de cambio —se calcula que las reservas internacionales netas de Argentina son negativas en US$10.000 millones—, deshacerse del peso puede provocar un colapso de la moneda que desencadene una hiperinflación, una posible corrida bancaria y descontento social por la desaparición de los ahorros.
“El tema dolarizar sin dólares... es como decir que quieres que toda la población use tenis Nike, pues no los fabricas y no los tienes y no tienes recursos para comprarlos”, afirmó Alejandro Werner, exdirector del FMI para el hemisferio occidental. “Es imposible.”
Zalles —y Milei— reconocen que la dolarización es una medida drástica, pero argumenta que es la cura para lo que, después de todo, es una situación extrema.
Los datos de inflación que se publicarán el miércoles probablemente mostrarán que los precios registraron un aumento mensual de dos dígitos en agosto, la mayor alza desde que Argentina salió de la hiperinflación hace tres décadas. La economía está al borde de su sexta recesión en una década, el 40% de la población vive por debajo del umbral de pobreza y el peso está en caída libre en los mercados paralelos.
Desde su sorpresiva victoria en las primarias de agosto, que llevó al Gobierno a devaluar el peso en un 18%, los planes radicales de Milei han acaparado la atención de Wall Street. Pero aún faltan detalles clave, como la forma exacta en que se implementarán las medidas. Algunos de sus asesores han comenzado a retractarse de algunos aspectos de las propuestas en medio de un aluvión de críticas, diciendo que el libertario no dolarizaría de inmediato si no hay dólares en el banco central, que Milei en realidad tampoco tiene la intención de cerrar, sostienen.
Zalles resta importancia a las grandes preocupaciones. Hay reservas brutas a las que recurrir, dice, y el creciente uso de dólares ayudará a facilitar el proceso. Aunque los argentinos todavía no han recurrido al pago en dólares de las transacciones diarias, las grandes compras —desde apartamentos hasta automóviles, muebles, productos electrónicos y electrodomésticos— se realizan cada vez más en la divisa estadounidenses. Se calcula que los argentinos tienen US$ 200.000 millones en efectivo fuera del sistema bancario dentro del país y otros US$ 250.000 millones en cuentas en el extranjero.
Una vez que se dolarice, ese dinero fluirá hacia el sistema, argumenta Zalles, y calmará los temores sobre una posible corrida bancaria, similar a lo que ocurrió en Ecuador a principios del año 2000, cuando Zalles y otros dos economistas supervisaron el cambio del sucre a la moneda estadounidense.
Choque de estabilidad
Por supuesto, en ese entonces, Ecuador tenía alrededor de US$ 870 millones en reservas en su banco central, según datos recopilados por Bloomberg, en parte debido a la congelación de los depósitos bancarios en los meses anteriores, que generó un malestar generalizado. La dolarización se aprobó rápidamente en el Congreso y se promulgó en marzo de ese año. En pocos meses, el banco central había comprado casi todos los sucres en circulación.
Obtener el apoyo político puede ser el mayor desafío para Milei, un legislador independiente con un solo mandato, sin apoyo de ningún partido y con pocos aliados en el Congreso.
“Hay que convencer a la gente, hay que ganarse su apoyo”, afirmó Manuel Hinds, ex ministro de Hacienda de El Salvador y arquitecto del plan de dolarización de esa nación. “Estás jugando con los ahorros de todo el mundo, por lo que hay que ser totalmente infalible”.
Es probable que las cosas empeoren mucho antes de que puedan mejorar. En Ecuador, el sucre perdió alrededor de una cuarta parte de su valor en la semana anterior al anuncio de la dolarización. Una nueva caída del peso alimentaría aún más la inflación, que ya se estima que aumentó más del 10% en agosto tras la última caída de la moneda, y se prevén incrementos similares para septiembre.
Y mientras el cambio al dólar ayudó a estabilizar la inflación, el crecimiento de Ecuador ha estado en gran medida en línea con el de la región. La dolarización no impidió que el país incumpliera el pago de su deuda o tuviera que recurrir —como Argentina— al Fondo Monetario Internacional en busca de ayuda en medio de episodios recurrentes de agitación política.
“Va a tener que haber una muy estricta política fiscal y un manejo muy, muy bueno”, dijo Domingo Cavallo, que orquestó los sistemas de convertibilidad de Argentina en la década de 1990, el domingo en el canal de televisión local TN.
Ese experimento culminó en caos, con el país pasando por cinco presidentes en dos semanas en medio de saqueos y disturbios masivos, una respuesta al congelamiento de la mayoría de las cuentas bancarias y al recorte de los salarios y las pensiones por parte del Gobierno en un intento desesperado por evitar lo que se convertiría, en aquel momento, en el mayor default soberano de la historia.
Las estimaciones sobre el tiempo que Argentina tendría que soportar lo que sería un proceso doloroso varían. Zalles afirma que ocurriría de inmediato: poder comprar y vender en dólares se haría tan popular que al Gobierno le resultaría difícil revertir el proceso. Hinds sugirió que seis meses “sería rápido”. Para Cavallo serían entre 12 y 18 meses.
Optimista como es, incluso Zalles dice que deshacerse del peso no será una panacea. Para que funcione, el Gobierno tendrá que levantar los controles de capital y recortar el gasto, incluidos los subsidios y las ayudas estatales que los Gobiernos de izquierda y derecha se han resistido a reducir.
“El desafío para Argentina será si será capaz de recortar profundamente el presupuesto fiscal”, señaló. “Si Milei lo hace, la dolarización será una buena medida que controlará el déficit a través del crecimiento”.
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