La etapa de Donald Trump como presidente de Estados Unidos fue difícil para México. Amenazó con imponer aranceles para obligar al país a mantener a los migrantes en su lado de la frontera mientras se procesaban sus solicitudes de asilo en Estados Unidos, una política conocida como “Quédate en México”. Además, deshizo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), crucial para la prosperidad mexicana.
Pero Trump no solo lanzó amenazas, también atacó. Únicamente les aplicó aranceles al acero y al aluminio mexicanos y solo durante un año. No obligó a México a pagar el muro fronterizo. El TLCAN fue sustituido por el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (T-MEC), un nuevo acuerdo comercial considerado en general como una mejora. La guerra comercial con China hizo a México relativamente más atractivo para el capital mundial. Y “Quédate en México”, al darle a México control sobre el número de cruces fronterizos, le dio influencia sobre Estados Unidos.
Si los votantes regresan a Trump a la Casa Blanca el 5 de noviembre, será mucho más difícil de manejar. Sus comentarios sobre México durante la campaña han sido numerosos, vagos y cambiantes, pero está claro que tanto él como sus aliados políticos ven al país como “un problema más que una solución”, afirmó Pamela Starr, de la Universidad del Sur de California. En los temas más importantes —comercio, inmigración y seguridad—, la postura de Trump se ha endurecido desde que dejó el cargo en 2021.
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Empecemos por el comercio. A Trump no le gustan los déficits comerciales y dice que “arancel” es “la palabra más hermosa”. Por eso, a muchos en México les preocupa que el déficit de Estados Unidos en el comercio de bienes con su país haya aumentado US$ 22,000 millones para ubicarse en US$ 152,000 millones en 2023. Solo con China tiene un déficit mayor.
Las exportaciones a través de la frontera norte representan aproximadamente un tercio del PBI mexicano. El plan de Trump de imponer un arancel universal del 10% a todas las importaciones no solo rompería el T-MEC, sino que también reduciría al menos un 1.5% el PBI de México, según Capital Economics, un instituto de investigación de Londres.
Tanto a los republicanos como a los demócratas les preocupa que las empresas chinas estén expandiendo la manufactura en México a fin de retener el acceso libre de aranceles al gran mercado de Estados Unidos, en especial para los autos eléctricos. En una entrevista concedida el 15 de octubre a Bloomberg, Trump lo mencionó en varias ocasiones: “México es un desafío tremendo para nosotros en este momento, tremendo. China está construyendo enormes plantas de automóviles en México”. China aún no ha empezado a construir ni una sola, pero en el mundo de Trump esos detalles importan poco. Amenazó a todos los fabricantes de vehículos mexicanos con imponerles un arancel del 200%.
Trump quiere convertir una revisión del T-MEC en 2026, considerada una formalidad, en una renegociación. Ponerle fin al acuerdo o socavarlo supondría un duro golpe para la integración económica de América del Norte. Muchos se preguntan si Trump sería capaz de desmantelar un acuerdo que él mismo firmó y calificó de “muy bueno”. Pero él siempre ha dicho que preferiría no tener ningún acuerdo comercial.
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El tema migratorio no es menos tenso. México ya lidia con un gran número de migrantes; las políticas de Trump aumentarían esa carga. Es probable que exija que México se declare “tercer país seguro”. En ese caso, los migrantes no mexicanos que se dirijan a Estados Unidos tendrían la obligación legal de solicitar asilo en México. México se negará, lo que llevará a Trump a reimponer unilateralmente su política “Quédate en México”, que también aumentará el número de migrantes en México.
Trump afirma que cerrará muchas vías de inmigración legal. Pero su propuesta de deportar a millones de las más de 11 millones de personas que se calcula que entraron ilegalmente en Estados Unidos es mucho más drástica. Cerca de la mitad son mexicanos. Absorber a un gran número de deportados (y perder los miles de millones de dólares que envían en remesas) supondría un enorme reto para México.
Pero incluso esto es leve comparado con las reflexiones de Trump sobre cómo abordar los problemas de seguridad que surgen en México, en concreto la producción de fentanilo, un opioide sintético que mató a unas 75,000 personas en Estados Unidos el año pasado. Durante su primer mandato, Trump planteó la idea de bombardear a las bandas de narcotraficantes y sus laboratorios en México. Él y otros republicanos siguen refiriéndose a esa posibilidad con regularidad.
“Creo que eso del bombardeo es retórica de campaña”, comentó Jorge Castañeda, quien fue secretario de relaciones exteriores de México. “Pero lo de ‘si ustedes no pueden, lo haremos’ no lo es, porque es evidente que México no puede con esto solo”. Incluso si la Administración para el Control de Drogas simplemente se volviera más agresiva, podría constituir una amenaza para la cooperación en materia de seguridad, ya debilitada tras la presidencia de Andrés Manuel López Obrador. Es probable que Claudia Sheinbaum, que asumió el cargo el 1 de octubre, se muestre más receptiva, pero afirma que la cooperación debe beneficiar a ambos países.
Varios funcionarios mexicanos afirman que han estado analizando las declaraciones de campaña de Trump, definiendo sus límites y las áreas en las que sería posible negociar. Un ataque unilateral en territorio mexicano, por ejemplo, “detonaría la relación bilateral en materia de seguridad”, según un funcionario mexicano. Poner aranceles a los automóviles que cumplan las normas de origen del T-MEC o intentar obligar a México a convertirse en un “tercer país seguro” son dos medidas inaceptables.
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Se está preparando respuestas en otras áreas. Algunas son nuevas políticas nacionales que pueden presentarse como mutuamente beneficiosas, como el plan de Sheinbaum para hacer frente a las bandas de narcotraficantes. En cuanto al comercio, México ya ha empezado a trabajar con Estados Unidos para garantizar que no se convierta en un conducto para el trasbordo de aluminio y acero chinos.
Sin embargo, según otro funcionario mexicano, México no está tan preocupado como debería por Trump. Algunos creen que saben cómo manejarlo y sugieren que Kamala Harris podría ser igual de problemática en materia de comercio (votó en contra del T-MEC y tiene tendencias proteccionistas, pero no está en la liga de Trump). Los optimistas opinan que la interdependencia de los países frenará imprudencias como desechar el T-MEC. Esa sería la “opción nuclear que aseguraría la destrucción económica mutua”, señaló otro funcionario.
Pero cualquier destrucción afectaría mucho más a México que a su vecino del norte. Su economía es lenta debido al elevado gasto público y a las barreras autoimpuestas a la inversión extranjera. La economía mexicana depende de los consumidores de Estados Unidos mucho más de lo que la economía estadounidense depende de la producción o de cualquier otra cosa en México.
Sin freno
Un funcionario mexicano advierte que su país podría ser utilizado como piñata si Trump necesita una victoria rápida. Las fuerzas moderadoras que frenaron al presidente la primera vez, como Mike Pence y Mike Pompeo, podrían ser sustituidas por los incondicionales de MAGA. Trump, a quien le gustan los hombres de derecha, podría tener dificultades para trabajar con Sheinbaum, una mujer de izquierda. Liberado de las limitaciones anteriores, el carácter caprichoso de Trump, combinado con la relativa fortaleza de Estados Unidos, pondría a México en peligro.
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