Aunque los ojos de la artesana mexicana Josefina Aguilar se apagaron hace casi 10 años, sus manos no han dejado de moldear el barro para elaborar los nacimientos en miniatura que en estas navidades se vuelven imprescindibles en los hogares mexicanos.
La mujer, quien perdió la vista por su diabetes, crea estas figuras para recordar el pasaje bíblico del nacimiento de Jesús al estilo de los artesanos de Ocotlán de Morelos, en el sureño estado de Oaxaca.
A sus 78 años de edad, Josefina se resiste a dejar el barro que desde niña aprendió a dar forma, vida y textura ayudada por su madre.
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“Qué maravilla es cuando empieza uno a hacer las cosas, se siente una cosa bonita cuando uno le va tallando al barro y van saliendo las figuras, ahora no las veo porque perdí la vista, pero para hacer las piezas mis manos todavía corren en la pieza que estoy haciendo”, explica a EFE la artesana oaxaqueña.
Una artesana guiada por sus manos
Guiada por la memoria de sus manos, que ahora miran por ella al deslizarse en el barro, la artesana va dando forma al rostro a cada uno de los personajes que integran el tradicional nacimiento de Navidad en México.
Inspiradas en la pintura de la ‘Adoración de los Magos’, están las figuras del ángel, la estrella de Belén, los tres reyes magos, un pastor y, en el recuadro central, José, María y el niño Jesús, una escena que aquí se recrea armónicamente en un recuadro de menos de 30 centímetros cuadrados.
La técnica, conocida como barro policromado, se la ha heredado a sus nueve hijos, entre ellos Demetrio Aguilar, quien ahora apoya a su madre mientras le deja en sus manos los pedazos amorfos de barro para que ella los moldee e inserte con precisión.
“Todas las piezas son hechas a mano. Hay figuras en miniatura desde los dos centímetros”, comenta el también artista.
Una vez que se asienta el barro, la pieza se mete al horno durante nueve horas para seguir con el proceso de coloreado.
Para este nuevo nacimiento, creado a partir de las manos de su madre, Demetrio escogió el color rojo para la túnica de María, el verde y amarillo para José, el blanco para el ángel y un azul intenso para ambientar la noche.
“Esta es una placa de barro que hicimos nosotros y es una forma tridimensional donde mezclamos la pintura con la cerámica para darles los colores un poco más profundos, ponerle ahí unos paisajes, montañas”, explica Demetrio mientras pinta.
Solo una pieza quedará sin pintar: la del niño Jesús recién nacido, que se quedará del color del barro para otorgarle la pureza y tonalidad de las tierras oaxaqueñas.
Por todo este cuidado y sabiduría, las artesanías adquieren un valor que supera el económico para esta y otras familias de Oaxaca.
“Muchas personas piensan que como es una figura en miniatura tiene un valor más pequeño, y es todo lo contrario, una figura pequeña requiere más trabajo que una grande, una miniatura te implica más elaboración, más atención y ponerle un poquito más de detalles, principalmente en el rostro”, dice el hombre.
Detrás de cada una de estas piezas hay más de un mes de trabajo dedicado y llegan a costar más de 3,000 pesos (más de 150 dólares), una cantidad que invierten coleccionistas de representaciones navideñas y que llegan a Oaxaca en busca de un nacimiento tallado artesanalmente en barro.
El taller familiar ‘Artesanías Josefina Aguilar’ se ubica en la entrada de Ocotlán de Morelos, situado a 30 kilómetros al sur de la capital del estado de Oaxaca.
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