Cuando la comunidad médica comete errores, es como si se derribaran cientos de aviones cada año. Esa es la dramática metáfora que se me ha quedado grabada en la mente desde que la escuché por primera en boca de un médico, y es una forma adecuada de describir un sistema de mercadeo patológico que permite a las empresas llevar medicamentos peligrosamente adictivos al público y a los médicos. Podría describir tanto los errores de los fabricantes de opioides como el problema emergente de la adicción a la nicotina a través del vapeo.
A partir de la década de 1990, los fabricantes de medicamentos alentaron el término “opioides” para reemplazar el término más aterrador “narcóticos”, a medida que comenzaban a comercializar agresivamente un nuevo conjunto de analgésicos. En un entonces los opioides se reservaban para personas con afecciones terminales, como cáncer, pero un influyente artículo de 1986 inició una tendencia hacia el uso de opioides como una forma “humana” de tratar otras afecciones dolorosas.
Para el 2014, los médicos en Estados Unidos habían prescrito un asombroso total de 245 millones de fórmulas de opioides. Por otra parte, aunque las tasas de tabaquismo en adolescentes se han desplomado, el vapeo aumenta. En 2018, 20,9% de los estudiantes de secundaria encuestados admitieron que vapeaban, en comparación con 11% en el 2017.
El error de la comunidad médica en ambos casos se reduce a que no respeta la adicción porque no la reconoce como una enfermedad. Los médicos deberían haber recibido capacitación para reconocer y comprender la adicción, y ellos —así como aseguradoras, reguladores y otros— no han logrado equilibrar los riesgos de la adicción con los beneficios del alivio del dolor o la ayuda a un paciente para que deje de fumar.
Los problemas con los opioides ahora son obvios, pero apenas comenzamos a aprender sobre los riesgos del vapeo. Al igual que con los opioides, algunos en la comunidad médica inicialmente elogiaron los dispositivos utilizados para el vapeo. Consideraron los cigarrillos electrónicos beneficiosos, ya que es probable que reduzcan drásticamente el riesgo de cáncer de pulmón en personas con adicción incurable a la nicotina. Estos adictos podrían satisfacer sus ansias sin absorber el alquitrán cancerígeno del tabaco.
La desventaja es que, para los no adictos, es probable que los cigarrillos electrónicos causen adicción, lo que a su vez pone a los usuarios en riesgo de otros problemas. Primero, existen riesgos desconocidos a largo plazo. Nadie sabe qué podría pasar después de vapear durante 20 o 30 años. Además, ahora existe una amenaza rara pero inmediata: más de 500 personas han sido tratadas por una enfermedad pulmonar aguda, de la cual al menos siete han muerto hasta ahora.
Es una cifra pequeña en comparación con las 480,000 muertes anuales asociadas con el tabaquismo, pero algunos jóvenes ahora prefieren fumar a vapear, bajo el razonamiento que el riesgo de cáncer de pulmón en décadas por venir es preferible incluso a un pequeño riesgo de morir debido a una nueva enfermedad antes de su próximo cumpleaños.
¿Cómo puede responder la comunidad médica? Una solución es el desarrollo, la estandarización y el análisis de cigarrillos electrónicos como dispositivo médico recetado, y aconsejar una prohibición de la comercialización que los promueve como una forma de recreación con múltiples sabores. La metadona se usa para ayudar a adictos a la heroína, por ejemplo, pero nos horrorizaría si las compañías comenzaran a comercializarla como algo divertido y genial, especialmente si dirigen su comercialización a jóvenes.
En el Reino Unido, la comunidad médica ha reconocido que los cigarrillos electrónicos podrían beneficiar a los adictos, y están realizando varios tipos de ensayos clínicos para documentar el potencial de reducción de daños. Para hacer esto en EE.UU., se necesitaría un dispositivo estandarizado, explicó en una entrevista Nora Volkow, experta en neurociencia de la adicción y directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas.
Es imposible probar la gran variedad de dispositivos disponibles actualmente, algunos de los cuales pueden administrar dosis extremas de nicotina equivalentes a un paquete completo de cigarrillos. Los sabores y el potencial para fumar cannabis se suman a las complicaciones, y existe cierta evidencia que revela que esta nueva enfermedad pulmonar aguda está vinculada al cannabis, incluso si no todos los pacientes admiten que eso es lo que vapeaban.
Fumar y vapear no se distinguen por dar a las personas el intenso efecto asociado con la cocaína o los opioides, pero el poder de adicción es todo menos leve, dijo Volkow. Ella analizó la forma en que este medicamento afecta el cerebro de animales de laboratorio y explicó que la nicotina entra y sale del cerebro rápidamente, altera los circuitos involucrados en la sensación de satisfacción y, en esencia, entrena al cerebro para recibir inhalaciones repetidas. La droga altera los circuitos de satisfacción que afectan la forma en que el cerebro responde a otras formas de placer.
Tanto la nicotina como los opioides causan dos efectos neurológicos: dependencia y adicción. La dependencia es una interrupción de la química del cuerpo, que provoca síntomas de abstinencia si se detiene el consumo. Los pacientes por opioides pueden sentir náusea y vómito extremos debido a la abstinencia, mientras que los usuarios de nicotina tienden a sentir irritación y fatiga. Sin embargo, cuando las personas son adictas, el cerebro sufre cambios a largo plazo y pueden sentir las ansias incluso años después de dejar de fumar. Es una buena razón para mantenerse alejado de la nicotina, pero también para que la industria médica ayude a quienes ya están afectados.
Con los opioides, los beneficios eran claros, mientras que los riesgos fueron minimizados. Hoy, compañías como Purdue Pharma y Johnson & Johnson han tenido que pagar por su papel en esta crisis. Con el vapeo, aunque los informes sobre las muertes repentinas han llevado a llamados categóricos para una prohibición, Volkow ve un camino diferente hacia adelante. "Si se analiza qué es responsable de las muertes y se estudia cómo se pueden usar los dispositivos de una manera que sea beneficiosa [para adictos a la nicotina] ... entonces mi perspectiva es que se debería investigar más a fondo".
En ambos casos, algunas de las víctimas podrían estar vivas hoy si los médicos entendieran mejor la adicción como una enfermedad, una enfermedad que la medicina puede ayudar a tratar, pero que en algunos casos ha ayudado a propagar.
Por Faye Flam