Este martes se cumplen 85 años de la misteriosa muerte de Matthias Sindelar, conocido como ‘el Mozart del fútbol’, un legendario atacante austriaco de la década de 1920 y 1930, célebre por su elegancia sobre el campo y, según la leyenda, por su resistencia al régimen nazi.
El 23 de enero de 1939, Sindelar, poco antes de cumplir 36 años, fue encontrado muerto en su cama junto a su novia, Camilla Castagnola, de ascendencia judía y que murió un día después sin recuperar la consciencia.
La autopsia señaló que se trató de un envenenamiento por dióxido de carbono, pero las dudas sobre si fue un accidente persisten hasta hoy. El expediente policial de las autoridades nazis desapareció.
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Sindelar, como muchos vieneses de origen checo, creció a principios del siglo XX en el barrio obrero de Favoriten. Muy pronto mostró un enorme talento para el fútbol, que practicaba siempre que su trabajo como aprendiz de cerrajero se lo permitía.
A partir de la temporada 1924/25 Austria contó con una liga de fútbol profesional, de la que Sindelar fue una de sus grandes estrellas. Era tan popular que ya en los años 1920 hizo publicidad para marcas de relojes o de yogures.
El hombre de papel
El media punta del Austria de Viena se convirtió en un futbolista de época, tan bueno metiendo goles como dando asistencias gracias a una fina técnica y una gran visión de juego.
Los aficionados lo bautizaron “Der Papierene”, algo así como ‘el hombre de papel’, por su capacidad para deshacerse de sus defensores con elegancia y facilidad. También era una alusión a su físico liviano.
Las crónicas de la época aseguraban que “flotaba” o “bailaba” sobre el césped y cuando tenía la pelota lo inaudito podía pasar.
El estilo de juego de Sindelar -elegante, técnico y de pase corto- encajaba con el Austria de Viena, vinculado a la intelectualidad judía y a la clase media de la ciudad.
Sindelar fue también el cerebro del llamado ‘Wunderteam’ el ‘equipo de ensueño’ austríaco de los años 1930, que pudo haber disputado la final del primer Mundial en suelo europeo si no se hubieran cruzado en 1934 en semifinales con el anfitrión, la Italia fascista.
Los austríacos perdieron por 1-0 un partido salpicado de irregularidades y con un gol tras una falta del delantero Giuseppe Meazza al meta austríaco, según denunciaron los visitantes.
El Anschluss
Cuando el fútbol austríaco estaba en su mejor momento llegó en 1938 el llamado ‘Anschluss’, la anexión del país por la Alemania nazi, con lo que la selección y la liga fueron disueltas y el Austria de Viena, considerado un “club judío”, intervenido.
La nueva directiva prohibió a los empleados del club saludar al destituido presidente judío del Austria Viena, Michl Schwarz, pero Sindelar contravino esa orden. “Nos han prohibido saludarle, pero siempre lo haré”, le dijo.
El futbolista también se negó a jugar con el equipo de la Alemania nazi y rechazó disputar con la nueva selección el Mundial de 1938.
Con motivo de la anexión, se organizó en abril de 1938 un “partido de confraternización”, en el que el antiguo combinado austriaco se enfrentó al equipo nacional alemán.
Austria venció 2-0. Sindelar, el capitán de Austria, realizó una celebración llena de burlas frente a la tribuna de honor nazi después de marcar el primer gol.
Pocos meses después, Sindelar murió. “Por lo que sabemos un accidente es lo más probable, debido a un fallo en la caldera. Es cierto que el expediente policial desapareció”, explica Roman Horak, historiador del fútbol de la Universidad de Viena.
“Pero morir en un accidente no es muy espectacular y algunos escritores lanzaron la idea de que se había suicidado porque no soportaba a los nazis o incluso que fuera asesinado”, agrega Horak en declaraciones a EFE en Viena.
Un mito
“Eso es un mito creado en la posguerra -el del patriota austríaco antinazi- en un momento en el que Austria necesitaba figuras populares que se opusieran a los nazis”, señala.
Después de la abolición de la liga profesional austríaca por los nazis, Sindelar compró en agosto de 1938, muy por debajo del valor del mercado, un café a su propietario judío en Favoriten.
El dueño del café, Leopold Simon Drill, fue presionado para vender su local y acabó asesinado en un campo de concentración.
“Es evidente que no es muy antifascista comprar un café para ‘arianizarlo’, pero ese aspecto se pasó mucho tiempo por alto porque Austria necesitaba mitos de resistencia”, sostiene Horak.
“Sindelar era una persona sencilla, sin visiones políticas profundas, y creyó ver una oportunidad en ese café. Es cierto que su origen obrero le marcó y que los nazis no le caían bien, pero no es el mito antifascista que se construyó después”, resume el historiador.
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