La fugaz detención en Hong Kong de un cardenal en virtud de la ley sobre seguridad nacional dejó estupefacta a la comunidad católica de la ciudad, en momentos en que el Vaticano podría renovar un acuerdo con Pekín.
El arresto a principios de mayo de Joseph Zen, liberado poco después bajo fianza, se produce en un contexto de represión de cualquier disidencia en Hong Kong. Hace temer una mayor vigilancia de los cultos, en una ciudad donde varios militantes prodemócratas son cristianos.
Se produce asimismo en un momento delicado para la Santa Sede que negocia la renovación de un controvertido acuerdo con Pekín sobre el nombramiento de obispos, tema de discordia desde hace décadas entre la Iglesia católica y el régimen chino.
“Quienes se oponen al acuerdo tienen ahora una razón más para oponerse”, declara Beatrice Leung, miembro de las Hermanas de la Preciada Sandrem y amiga del prelado.
El cardenal, de 90 años, formaba parte de los cinco militantes prodemocracia detenidos el 11 de mayo por “conspiración con las fuerzas extranjeras”.
Son investigados sobre un fondo, ya disuelto, destinado a financiar la defensa de los militantes detenidos durante las enormes manifestaciones prodemocracia del 2019 y este martes comparecen ante un tribunal.
El cardenal Zen, que huyó de Shanghái antes de la llegada de los comunistas al poder en China en 1949, no perdió la calma cuando la policía acudió a su domicilio a detenerlo.
“No teman, Dios lo tiene todo previsto” dijo a los policías, según un empleado de diócesis que se ofreció a ayudarlo.
“Días sombríos”
Desde hace décadas, hay dos iglesias católicas en China: una “patriótica”, dependiente del régimen comunista, y una “subterránea”, ilegal a ojos de Pekín y tradicionalmente fiel al papa tras la ruptura de China con la Santa Sede en 1957.
La Iglesia clandestina contaba con varios partidarios en Hong Kong, una ciudad donde, hasta ahora, la libertad de culto estaba garantizada.
Pero en las últimas décadas, el Vaticano empezó a tejer relaciones con China que condujeron a la firma, en el 2018, de un histórico acuerdo cuyo contenido exacto jamás ha sido divulgado.
En virtud de este acuerdo, el papa Francisco reconoció a varios obispos inicialmente nombrados por Pekín sin aprobación papal. Inversamente, antiguos obispos de la Iglesia clandestina han sido reconocidos por Pekín.
El cardenal Zen había criticado este pacto, al estimar que consistía en “malvender” a los católicos chinos de la Iglesia no reconocida.
Xia Baolong, un político chino acusado de haber librado campaña para retirar cruces de las iglesias en la provincia de Zhejiang, es ahora director de la Oficina de los asuntos de Hong Kong y Macao en Pekín.
Justin Tse, un universitario basado en Singapur especialista de los cristianos de Hong Kong, afirma que las comunidades religiosas de la ciudades están “ansiosas”. “Se habla mucho de días sombríos”, dice.
Varias corrientes en el seno de la jerarquía de la Iglesia católica critican desde hace años la voluntad del papa Francisco de acercarse a China.
Pero pocos analistas y observadores esperan que la detención del cardenal conduzca al Vaticano a cuestionar este acercamiento.
En el 2020, el cardenal Zen había viajado a Roma para intentar convencer al papa Francisco de que no renueve el acuerdo. No obtuvo audiencia.
“La Santa Sede no quiere que se rompa el diálogo”, explica Marco Politi, analista del Vaticano y biógrafo del papa. “Está claro que China está en posición de fuerza y el Vaticano en posición de debilidad”, agregó.
EL Vaticano no ha hecho ninguna declaración sobre la detención de monseñor Zen.
En un análisis en el sitio Crux, el vaticanista estadounidense John Allen considera que el cardenal está “cada vez más marginado” bajo el papa Francisco.
Pero “Francisco no puede permitirse ignorar a Zen, porque su detención, y todo lo que pueda ocurrirle, va a generar simpatía y una movilización en todo el mundo” a favor del cardenal, agrega.