“Los niños están delgados como el papel por malnutrición”, lamenta James Elder, portavoz de UNICEF que se encuentra en estos momentos en la Franja de Gaza, donde ha podido viajar al norte y ser testigo de la hambruna que ya se cierne sobre su población y que se ha cobrado la vida de 27 niños.
“Estamos empezando a ver cómo los niños mueren de hambre, en el sentido literal más crudo”, afirmó en una entrevista telefónica con EFE desde Rafah, después de haber visitado el hospital Kamal Adwan, en el norte del enclave, y haber contemplado la total devastación en ciudad de Gaza o Jan Yunis.
La visita al Kamal Adwan, en Beit Lahia -en la parte septentrional de enclave-, ha sido una de las experiencias que más ha marcado a este trabajador humanitario donde más de una veintena de bebés han muerto por malnutrición y deshidratación en el último mes: “Los niños están delgados como el papel, y las madres y abuelas están amarradas a sus camas, llorando, suplicando que aguanten un día más”.
“Nunca he visto en mis 20 años en las Naciones Unidas, un lugar donde la situación nutricional ha empeorado tanto en tan poco tiempo, hasta el punto en que hemos provocado una hambruna”, explicó Elder, que ya entró en la Franja el pasado diciembre en plena guerra entre Israel y el grupo islamista Hamás, que se ha cobrado la vida de más de 32,200 gazatíes en cinco meses y medio, incluidos 14,200 niños.
La semana pasada la ONU publicó un informe que establece que la mitad de la población de la Franja está en riesgo “inminente” de sufrir hambruna de dimensiones catastróficas, mientras que el enclave no recibe ni la mitad de la ayuda humanitaria básica que necesita, mucho menos en el norte.
El hambre no existía en Gaza hace seis meses y ahora sufre malnutrición aguda uno de cada tres niños menores de dos años, una crisis que se agrava a gran velocidad, indicó el portavoz de UNICEF, ya ese ratio ya es el doble de lo que era en enero.
Precisamente, el comisionado general de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), Philippe Lazzarini, denunció ayer que Israel había comunicado a Naciones Unidas que no iba autorizar más convoyes humanitarios de UNRWA -a la que acusa sin pruebas contundentes de vínculos con Hamás- al norte, donde el hambre ya es una realidad.
“La capacidad de supervivencia de la gente ha quedado destrozada; el acceso a agua y alimentos se ha deteriorado a medida que los bombardeos han continuado. Cada vez funcionan menos hospitales en un momento en el que cada vez más niños necesitan atención médica”, resumió Elder sobre cómo ha empeorado el panorama desde su anterior visita dentro del enclave.
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“Las familias han tenido que mudarse nuevamente por los combates. El estrés de dejar aún más cosas atrás moviéndose cada vez menos pertenencias. Nunca he visto ciudades enteras desmoronadas y aniquiladas”, añade.
Sin embargo Elder da un atisbo de esperanza, y es que la hambruna es “evitable y reversible” ya que ha sido provocada por el hombre, y aún puede solucionarse con voluntad política. “Abrir más rutas terrestres de acceso es una primera solución sencilla”, indicó.
En estos momentos Israel, después de someterla a exhaustivos controles, solo permite la entrada de ayuda humanitaria por dos de los nueve cruces que hay a la Franja de Gaza -Kerem Shalom y Rafah, fronterizo con Egipto-, ambos en el sur, por lo que las agencias humanitarias necesitan garantías de seguridad para poder llegar al norte y los convoyes han estado con frecuencia sometidos a ataques, además de la destrucción de carreteras.
Según el Gobierno de Gaza, controlado por Hamás, unas 560 personas han muerto en ataques a camiones o almacenes de alimentos o en incidentes relacionados con la distribución de ayuda, como ocurrió el pasado 29 de febrero en la llamada “masacre de la harina”, en la que murieron 118 gazatíes y más de 700 fueron heridos en un caótico reparto de ayuda en ciudad de Gaza en el que Israel admitió haber abierto fuego.
Elder reconoció que las dificultades para distribuir ayuda en la Franja de Gaza son infinitas, nada comparado con los problemas en otros lugares en conflicto como Afganistán, Somalia o Ucrania.
“Cada vez es más difícil encontrar palabras para describir lo que veo”, lamentó.
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