Pese a los temores vinculados al nuevo coronavirus, el primer crucero saudita busca desarrollar el turismo navegando a través de islas vírgenes y lagunas turquesas, así como presentar megaproyectos previstos a lo largo del mar Rojo.
El “Silver Spirit” propone desde agosto un circuito a lo largo de una costa salvaje que el reino quiere transformar en paraíso turístico y en sector económico para reducir su dependencia del petróleo.
“Queremos dar a conocer el mar Rojo al mundo entero”, declaró el ministro de Turismo, Ahmed al Khatib, a bordo del barco de lujo fletado por una sociedad de Fondos de Inversiones Públicas (FIP).
Durante cuatro días, el barco navegó a través de lugares de desarrollo clave, como el proyecto del mar Rojo, concebido como un destino al estilo de las Maldivas, y Amaala, un proyecto de turismo de lujo.
También echó anclas frente a dos islas, incluida Sindala, que forman parte de NEOM, una megalópolis de US$ 500,000 millones (423,000 millones de euros) que será del tamaño de Bélgica.
Los pasajeros del crucero visitaron a bordo de carritos de golf la minúscula isla bordeada de arrecifes de coral, antaño prohibida al público, y degustaron una cena preparada por un premiado chef.
En un ambiente así, no faltaron los influencers de internet, que posaron para sesiones de fotos ante las aguas turquesas poco profundas y en playas de arena blanca.
Apoyo ilimitado
Los escépticos ponen en duda la viabilidad de estos monumentales proyectos en un contexto de caída de ingresos públicos, debido a la ralentización de la economía provocada por la crisis sanitaria, y una caída de los precios del petróleo.
Arabia Saudita, primer exportador mundial de crudo, prevé reducir el gasto público más de 7% en el 2021, mientras que el déficit presupuestario deberá alcanzar el 12% del PBI en el 2020.
Pero el FIP atribuyó contratos, de varios miles de millones de dólares, para el desarrollo de NEOM. Los más recientes fueron para la sociedad estadounidense de gestión de proyectos Bechtel y para la empresa de consejo en infraestructura Aecom.
El proyecto del mar Rojo dio lugar a contratos de 5,000 millones de riales (US$ 1,330 millones, 1,127 millones de euros) hasta ahora y seguirán otros contratos de un valor de 3,500 millones de riales hasta finales de año, según el Middle East Economic Digest (MEED).
“Los nuevos proyectos en la costa del mar Rojo avanzan a pesar del COVID-19 y los bajos precios del petróleo”, declaró Colin Foreman, redactor en el MEED.
Khatib, miembro de los consejos de administración de varios megaproyectos, entre ellos el de NEOM, declaró que los planes avanzaban “muy rápido” con el “apoyo ilimitado” de altos dirigentes sauditas.
Ambiente relajado
Arabia Saudita abrió los visados turísticos el año pasado, ejemplo de la voluntad del príncipe heredero Mohamed bin Salmán de diversificar la economía.
El crucero en el mar Rojo tiene un precio mínimo de 6,000 riales (US$ 1,600, 1,350 euros) y va dirigido a los turistas nacionales que pueden permitírselo, en un contexto de estancamiento del turismo.
A finales de agosto, el barco dio media vuelta tras una alerta por coronavirus a bordo y la tripulación fue puesta en cuarentena durante dos semanas.
Desde entonces, los cruceros se reanudaron y los pasajeros ahora deben someterse, antes de embarcar, a un doble test de detección.
Además de espaciosas ‘suites’ y mayordomos privados, la travesía ofrece libertad de vestimenta. Las abaya (vestido negro), obligatorias para las mujeres sauditas, brillaban prácticamente por su ausencia.
En cambio, para preservar la intimidad de los pasajeros, los teléfonos móviles se guardan en bolsas selladas durante las escalas en las islas. Y los bares del navío solo proponen champán, vino y cerveza sin alcohol.
El “Silver Spirit” zarpó de la ciudad Rey Abdalá, un proyecto de varios miles de millones de dólares, cerca de la ciudad de Yeda, un ejemplo de los pantagruélicos proyectos establecidos por los sauditas.
Lanzado hace más de diez años, dentro de un plan de diversificación para construir nuevas urbes, la ciudad parece en gran parte vacía y pone de manifiesto la dificultad del reino de atraer inversiones a otros ámbitos que no sean los de las energías fósiles.
“El compromiso político para hacer avanzar proyectos gigantescos parece estar ahí”, declaró Karen Young, investigadora en el American Enterprise Institute.
Pero “gastar los recursos limitados del Estado en proyectos que no están centrados en la creación de empleos” y en la reducción de la masa salarial del sector público “no es positivo para la diversificación económica”, señaló.