La secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, viajará a China este jueves para intentar rebajar la tensión entre las dos mayores economías del mundo, como hizo durante una visita al país el año pasado.
Llegará con un abanico de temas en agenda, desde las tecnologías más avanzadas hasta la seguridad de las rutas de suministro, pasando por la sobreproducción y los subsidios a las industrias.
Sobreproducción china
El tema es importante para Washington, dado que la desaceleración de la economía china podría incitar a Pekín a impulsar la sobreproducción para compensar la caída de actividad, sobre todo en el sector de las energías limpias o los vehículos eléctricos.
En estos dos ámbitos, Estados Unidos quiere desarrollar rápidamente cadenas de producción y suministro que podrían verse debilitadas por una competencia china considerada, en estas condiciones, desleal.
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Los bancos chinos han facilitado el acceso al crédito para la industria nacional. Prestaron casi US$ 700,000 millones en el tercer trimestre de 2023, según el Atlantic Council, la mayoría de las veces “a tasas inferiores a las del mercado”.
A medida que surgen nuevas fábricas de baterías y vehículos eléctricos en China, se teme que el país inunde el mercado mundial, “lo cual tendrá un impacto no sólo en Estados Unidos y Europa, sino también en muchos países en desarrollo”, advirtió Wendy Cutler, vicepresidenta del Asia Society Policy Institute.
Pekín reconoce los riesgos asociados a la sobreproducción, pero no parece tomar medidas para abordarlos.
Clima para los negocios
Según un estudio de la Cámara de Comercio estadounidense en China, un tercio de las empresas cree que las autoridades chinas las tratan de manera menos favorable que a sus rivales locales.
Es un problema que afecta tanto al acceso al mercado como a la aplicación de las regulaciones.
En la ciudad sureña de Guangzhou, Yellen prevé reunirse con empresas estadounidenses para hablar del tema.
En diciembre pasado instó a Pekín a abandonar su enfoque económico basado en la implicación del Estado, para hacer al país más atractivo a la inversión extranjera.
China intenta atraer inversiones para reactivar su economía, pero existe el riesgo de “hartarse de las promesas”, según Bill Bishop, autor del boletín de noticias digital Sinocism, y los inversores esperan “acciones más concretas y estructurales, no nuevas promesas o bonitos documentos de las autoridades”.
Seguridad nacional
Este tema resurge cada vez que se tratan los vínculos económicos entre China y Estados Unidos.
En febrero, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, emitió una orden ejecutiva destinada a proteger los datos personales sensibles de los estadounidenses del uso de varios países, incluido China.
En agosto el Tesoro puso en marcha un programa destinado a seguir de cerca todas las inversiones estadounidenses realizadas en China en sectores considerados delicados, autorizándose la posibilidad de prohibir determinadas transacciones.
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Se trata de los semiconductores y la inteligencia artificial, para los que se espera una nueva regulación.
El ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, estima que el enfoque estadounidense respecto de la inteligencia artificial podría conducir a errores con consecuencias “históricas”.
Estos temores por la seguridad nacional también están detrás del deseo de que ByteDance, la empresa matriz china de TikTok, venda la red social en Estados Unidos.
Competencia y “Friendshoring”
La estrategia de Washington de “friendshoring”, es decir, confiar sus cadenas de suministro a aliados y socios, es otra fuente de tensión, porque favorece determinados orígenes de productos en detrimento de China.
Yellen recordó que el mundo es lo suficientemente grande para ambos países, un argumento que no convence a las autoridades chinas.
China ha intentado responder con medidas de represalia, particularmente ante los esfuerzos de la administración estadounidense por limitar su acceso a los semiconductores más avanzados.
Pekín anunció por ejemplo controles sobre las exportaciones de metales críticos, necesarios para la producción de estos semiconductores, y prohibió el uso de chips fabricados por la estadounidense Micron para determinados proyectos de infraestructura considerados esenciales.
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