En el centenario de la independencia argentina, el 9 de julio de 1916, se inauguró en Buenos Aires la “Confitería Del Molino”, un referente de la arquitectura “art nouveau” y de la pastelería, que creció junto a la inmigración emprendedora y la burguesía de principios de siglo XX.
El miércoles, tras un prolongado cierre de más de 25 años, vuelve restaurada para continuar su leyenda.
Fue una obra realizada por el arquitecto italiano Francisco Gianotti, que debe su nombre al molino harinero situado por aquel entonces en la Plaza del Congreso, a escasos metros del local pastelero.
Por su ubicación frente a la legislatura nacional, la confitería fue denominada “tercera cámara”, ya que era el lugar donde diputados y senadores -entre ellos, algunos futuros presidentes-, se reunían antes de las sesiones.
Fue también el reducto elegido por Carlos Gardel, quien pidió a Cayetano Brenna, dueño de la confitería e inventor del célebre “Imperial ruso”, un postre en homenaje a Irineo Leguisamo, jockey de su caballo “Lunático”.
Varias décadas más tarde, mientras filmaba la película “Evita” en Buenos Aires, Madonna eligió la confitería como escenario para el videoclip de su tema “Love don’t live here anymore”.
Obra en el contexto
“Para comprender la ‘Confitería Del Molino’ hay que entender el contexto temporal entre 1880 y 1930, años del liberalismo en la Argentina, una época donde todos ambicionamos tener ‘la París latinoamericana’”, declara Rudolf de Liechtenstein, arquitecto y uno de los socios del emprendimiento “ArquiViajes Buenos Aires” y “catálogoarquitectura.com”.
Hacia 1900-1910 esos paradigmas academicistas van cambiando al acercarse al centenario del país, y a la par de la corriente francesa clásica, vinculada a las clases altas, la corriente migratoria que venía de Italia escapando de la Primera Guerra Mundial, trae otros paradigmas que son los del “art nouveau”.
En 1916, cuando se inauguró la “Confitería Del Molino”, ya se estaba instaurando un movimiento anti academicista, de ruptura. Un movimiento en busca de lo orgánico, la relación con la naturaleza y que desea alejarse de los patrones parisinos, y los estilos comienzan a convivir.
“La ‘Confitería Del Molino’ fue un receptor de todos estos cambios sociales, políticos, culturales que estaba viviendo Buenos Aires, donde la clase media y alta se empiezan a mixturar”, manifiesta De Liechtenstein.
“Una mixtura muy argentina, la de las clases altas, las clases medias que empiezan a hablar de política. La recepción fue muy buena la `Confitería Del Molino’ era como la ley de gravedad: todo confluía hacia ella”, agrega.
Restauración
Tras su cierre “definitivo” en 1997, el conjunto edilicio (confitería, fábrica de panificación en los subsuelos, salones de fiesta del primer piso y departamentos de viviendas en los pisos superiores) fue declarado monumento nacional, en el 2014 se expropió y su puesta en valor integral comenzó en el 2018.
“Se finalizó con la restauración de la confitería, los salones principales del primer piso, la envolvente externa, la torre cúpula y todo el conjunto de vitrales”, comenta con satisfacción Nazarena Aparicio, arquitecta del equipo de la Comisión Bicameral Administradora del edificio “Del Molino”, que hoy pertenece al Congreso.
La ley de expropiación sancionada establece que la confitería y los salones de fiesta recuperen su uso original, mientras que señala que en los pisos superiores se cree un centro cultural para jóvenes artistas y un museo del sitio que cuente la historia del edificio y su puesta en valor, explica Aparicio.
La arquitecta afirma que al comenzar con el proyecto, el estado de abandono era tal que debieron intervenir buzos tácticos para apuntalar el tercer subsuelo, que estaba totalmente inundado: “El edificio se encontraba prácticamente en riesgo de demolición, de derrumbe, y tenía grandes patologías en los componentes principales de su estructura”.
Toda la obra se efectuó bajo protocolos internacionales empleados en edificios de valor patrimonial. Un trabajo exhaustivo y puntilloso que requirió de la pericia de especialistas en diversas áreas.
“Fue necesario generar capacitaciones permanentes para dar inicio a esta obra y continuar luego en los distintos soportes, visto que tenemos desde acabados en falso mármol hasta falsa maderas, estucados en dorados y demás, que no se utilizan en la actualidad”, detalla la arquitecta.
En paralelo a la restauración edilicia, el equipo de arqueología urbana de la comisión, llevó a cabo una investigación histórica con el fin de recuperar el patrimonio intangible de la confitería, y objetos de los diferentes espacios del edificio para evaluar su valor histórico-patrimonial.
Asimismo, la comunidad aportó objetos de la confitería, servilletas, cajas de bombones o galletas e incluso fotografías, que permitieron reconstruir los dibujos de los vitrales de la cúpula, que se habían perdido.
“Al margen de los valores materiales y del patrimonio edilicio, que es notable, es muy importante destacar todo este vínculo que tiene la ‘Confitería Del Molino’ con la historia, por su posición frente al Congreso Nacional y también por lo que significó para nuestra cultura a lo largo del tiempo”, finaliza la arquitecta.