Un agricultor carga un balde de leche en su finca en Batabano, provincia de Mayabeque, Cuba. (Foto: AFP)
Un agricultor carga un balde de leche en su finca en Batabano, provincia de Mayabeque, Cuba. (Foto: AFP)

La leche que le toca a “Cachita” se perdió en el camino. El lácteo, casi desaparecido de las tiendas en Cuba, debía evadir el bloqueo estadounidense para llegar hasta su mesa, además de hacer un periplo transatlántico y salvar las distorsiones de la economía interna de la isla.

Se trata de un producto más dentro de la amplia escasez de alimentos que vive en medio del embargo de Estados Unidos, que cumple 60 años y es uno de los más largos impuesto a una nación.

“Soy diabética, no tengo leche, ahora mismo estoy sin desayunar, con unas tostadas y una croqueta en el estómago”, dijo Regla Caridad Zayas apodada “Cachita”, una habanera de 59 años.

Detrás de una improvisada mesita de venta de café en la entrada de su casa, dice que el kilo mensual de leche en polvo (con rendimiento de 10 litros), que el Estado asigna a enfermos como ella, dejó de llegar el año pasado a la bodega de los cada vez menos alimentos subsidiados por el gobierno.

La limitación de leche en polvo, al menos en La Habana y cuatro provincias más, continuará por falta de “disponibilidad de financiamiento, de buques y de proveedores”, previó en octubre la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz.

El problema es que gran parte del lácteo que la isla consume proviene de países tan lejanos como Nueva Zelanda, que en el 2020 exportó a la isla 18,470 toneladas de leche en polvo, seguida por Bélgica 6,628 y Uruguay 3,695, de acuerdo con cifras del sitio especializado Trade Map.

“Un vaso para todos”

Cifras oficiales de Cuba indican que en el 2020 la isla produjo 455,000 toneladas de leche fresca. “Poca producción para toda la población” cubana de 11.2 millones de habitantes, estimó Ariel Londinsky, secretario general de la Federación Panamericana de Lechería, con sede en Montevideo.

Para La Habana sería fácil y barato traer este alimento de , uno de los mayores exportadores del mundo y muy cerca de sus costas. El Congreso estadounidense aprobó en el 2000 la exportación de alimentos a la isla, a condición de que fueran saldados con anticipación, al contado y sin financiamiento.

Pero para un país descapitalizado, con pocas divisas y sin acceso a crédito de organismos financieros internacionales, estas condiciones son difíciles de cumplir. Cuba ha tenido que ir lejos para adquirir mercancías a crédito.

A esto se suma que más de 10,000 contenedores con comida y bienes están varados en diferentes puertos del mundo, según informó el gobierno en diciembre, aludiendo a las dificultades logísticas globales que provocó la pandemia.

Fidel Castro garantizó por décadas la leche para los niños menores de siete años y los enfermos, incluso su hermano Raúl propuso en el 2007, después de llegar al poder, ampliar este beneficio. “Producir leche para que se la tome todo el que quiera tomarse un vaso de leche”, dijo entonces.

Lejos de eso, ahora ha empezado a faltar la cuota mensual de tres kilos de leche en polvo que reciben los menores.

“La leche era intocable”

“Nos han quitado (de todo), vaya, estamos acostumbrados a que no viene pollo por un mes, pero la leche era intocable”, dice Claudia Coronado, de 29 años y madre de dos niños de tres y siete años, mientras hace la cola afuera de una tienda del centro de La Habana, donde extrañamente a mediados de enero apareció el codiciado lácteo.

“Tengo una niña de ocho años, ya le quitaron la leche”, dice preocupada a su lado Jenny Mora, un ama de casa de 29 años que muchas veces la tiene que conseguir en el mercado negro a precios estratosféricos.

El establecimiento en el que esperan solo vende en moneda extranjera. Una bolsa vale US$ 6.30, un caro precio para muchos cubanos que consiguen la divisa en el mercado informal y cuyo salario promedio es de 3,934 mensuales (US$ 163)

“Si tú (gobierno) no tienes divisas para importarla (leche), si tú no estimulaste al productor nacional”, entonces, el campesino la “vende en el mercado informal, pero al no vendérsela al Estado, el Estado” no puede distribuirla a la población, explica el economista cubano Omar Everleny Pérez.

En la provincia de Mayabeque, Domingo Díaz, un campesino de 79 años, acepta que el embargo tiene “un noventa y pico por ciento” de culpa, pero también recrimina a su gobierno.

“El tema de la leche está afectando a todo el mundo, a mí mismo me tienen loco”, afirma, y se queja de que no hay pienso para alimentar al ganado ni los insumos para que las vacas generen leche.

El gobierno ha tratado de hacer su parte comprando a mejor precio la leche a los productores “porque hubo un tiempo que no valía la pena” producir, dice Domingo, mientras ordeña una vaca flaca y a la espera de mejores tiempos.