Las autoridades autoridades chinas necesitan impulsar un paquete de estímulo por al menos 10 billones de yuanes (1.42 billones de dólares, 1.27 billones de euros) si quieren reavivar la inercia de crecimiento económico, según estimaciones de un antiguo alto asesor del Gobierno del gigante asiático.
Liu Shijin, exsubdirector del Centro de Investigación sobre el Desarrollo del Consejo de Estado (el Ejecutivo chino), hizo este llamamiento durante un foro sobre macroeconomía celebrado en Pekín este fin de semana, apunta el diario hongkonés South China Morning Post.
En su opinión, se debería financiar la mencionada cantidad con bonos especiales “a plazo ultralargo”, y el enfoque debería estar en afrontar las brechas en los servicios públicos básicos, combinando este plan con “reformas estructurales del lado de la demanda” que impulsen el consumo, estabilicen el crecimiento y reduzcan riesgos.
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Liu llamó a “mejorar de forma significativa los servicios públicos básicos para los nuevos ciudadanos, especialmente para los trabajadores que emigren de zonas rurales a ciudades, en materia de vivienda asequible, educación, sanidad, seguridad social o cuidado a ancianos”.
Sobre el sector de la vivienda, el exasesor sugirió que el Gobierno compre los pisos sin vender para convertirlos en “alojamiento preferente” para trabajadores que vengan de zonas rurales, algo que podría impulsar la demanda inmobiliaria y, a su vez, hacer que esas personas ahorrasen menos y consumieran más.
Liu también propuso acelerar el desarrollo de las ciudades de tamaño mediano o pequeño que se sitúan cerca de las grandes urbes, convirtiéndolas no solo en ‘ciudades dormitorio’ sino también en clústeres industriales.
Pese a proponer estímulos multimillonarios, el experto aseguró que China no debe seguir la estrategia de flexibilización cuantitativa de los bancos centrales de países desarrollados, criticadas por haber generado altos niveles de inflación al aumentar la oferta monetaria mediante la compra institucional de activos financieros.
En opinión de Liu, esos países afrontan ahora bajas tasas de crecimiento y un escaso potencial, mientras que China todavía está ante una situación de “crecimiento a velocidad media” en la que debe priorizar la estabilidad y el equilibrio a la hora de formular sus políticas macroeconómicas.
Después de que los datos económicos de agosto fuesen peores de lo esperado, la Oficina Nacional de Estadística (ONE) indicó que “la recuperación económica todavía afronta múltiples dificultades y desafíos”, tanto por los “crecientes impactos negativos” de los “cambios” en el entorno exterior como por una “demanda efectiva insuficiente” a nivel nacional.
Esa baja demanda nacional e internacional, unida a riesgos de deflación, estímulos insuficientes, una crisis inmobiliaria que no ha tocado fondo o una falta de confianza en el seno de los consumidores y el sector privado son algunas de las causas que esgrimen los analistas para explicar lo que ocurre en la segunda mayor economía mundial.
No obstante, por el momento las autoridades no han querido apostar por una flexibilización monetaria de calado para evitar una alta inflación, limitar la bajada de los rendimientos de los bonos, proteger los beneficios bancarios o aliviar la presión sobre el debilitado tipo de cambio del yuan, la divisa nacional.
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