China anunció el domingo una nueva disminución de sus casos del nuevo virus por tercer día consecutivo mientras todo parece indicar que el gobierno en Beijing estaba consciente de la posible gravedad de la situación desde mucho antes de que sonara la alarma.
En los primeros días de la epidemia, el presidente chino Xi Jinping guardó si-lencio en uno de los mayores desafíos políticos de su periodo al frente del gobierno. Sin embargo, la prensa estatal difundió el sábado en la noche un discurso de Xi del 3 de febrero en el que el gobernante dijo haber girado ins-trucciones para combatir el virus desde el 7 de enero.
Esta revelación pone de relieve que las máximas autoridades sabían de la po-sible gravedad del brote semanas antes de que el peligro se hiciera público. No fue sino hasta finales de enero que las autoridades dijeron que el virus podía propagarse entre las personas y la alarma aumentó entre la ciudadanía.
China continental acumula 2,009 nuevas infecciones para un total de 68,500 casos confirmados, según la Comisión Nacional de Salud del país.
La tasa de mortalidad permaneció estable con 142 nuevos decesos, según la comisión. La cifra de fallecidos en China continental a causa de la COVID-19, una enfermedad causada por una nueva forma de coronavirus, se elevó a 1,665. En total, 9,419 personas se han recuperado y las dieron de alta.
La disminución de nuevos casos sigue al pico de más de 15,000 el jueves, cuando la provincia de Hubei, en el centro de China, adoptó un nuevo méto-do de diagnóstico que incluyó en su conteo oficial la determinación a ojo de los médicos. Frente al alto número de casos sospechosos, la provincia carece de capacidad para confirmar mediante exámenes si un enfermo que presenta síntomas realmente está infectado del coronavirus.
Los diagnósticos clínicos se basan en los análisis de los médicos e imágenes de pulmones, y se pretende con ello que los casos probables sean atendidos como si se tratara de infecciones verdaderas sin que haya que esperar un re-sultado de laboratorio.
El brote comenzó en diciembre en Wuhan, capital de Hubei, que ha registrado la mayor parte de las infecciones.
El coronavirus se ha propagado a más de 25 países y el gobierno chino ha adoptado medidas preventivas radicales, como imponer un tipo de aislamien-to a una zona de más de 60 millones de habitantes que abarca varias ciuda-des.
En su discurso, Xi reveló haber ordenado que se aislara el epicentro de la en-fermedad. “El 22 de enero, debido a la veloz propagación de la epidemia y los desafíos para la prevención y el control, solicité de manera clara que la pro-vincia de Hubei impusiera controles amplios y estrictos al tránsito de perso-nas al exterior”.
El 23 de enero, Wuhan se convirtió en la primera ciudad en impedir el trans-porte de personas al exterior.
Previamente se consideró que Xi había asumido una papel secundario en la crisis mientras las autoridades en Hubei y Wuhan enfrentaban la ira de la ciu-dadanía por la forma como enfrentaron la epidemia inicialmente.
La furia alcanzó su máximo nivel a principios de mes debido al fallecimiento de Li Wenliang, un joven doctor al que la policía local reprendió por su inten-to de alertar sobre el virus. Al final falleció de la misma enfermedad.
En una evidente reacción a esa cólera, las máximas autoridades de gobierno del Partido Comunista en Hubei y Wuhan fueron sustituidas la semana pasa-da.
La difusión del discurso de Xi deja entrever que el partido gobernante confía en mostrar que actuó con decisión desde el principio. Pero también expone a Xi a las críticas de la población general de por qué no fue alertada con mayor celeridad. La confianza hacia la actitud del gobierno continúa fracturada des-de la epidemia del síndrome respiratorio agudo grave (SARS por sus siglas en inglés) de 2002-2003, que fue ocultada durante meses.
Debido al virus, muchos países han impuesto restricciones de viaje a visitan-tes que lleguen de China.