El primer ministro británico, Boris Johnson, el político guasón del alborotado pelo rubio, ha pasado de divertir al electorado con su ingenio y calculadas desventuras a ser objeto de burla en los patios de los colegios y las redes sociales.
Su respuesta al escándalo por las fiestas celebradas durante la pandemia en su residencia y despacho oficiales de Downing Street, investigado ahora por la Policía, se ha convertido en una mina para humoristas profesionales y aficionados, que se mofan de su capacidad para negar la evidencia y cambiar la versión de los hechos.
Primero dijo que no hubo fiestas. Luego que jamás se incumplieron las normas. Más tarde admitió que el 20 de mayo del 2020 asistió personalmente a un concurrido acto con comida y bebida, pero pensaba que era “un evento de trabajo”. También incluyó como parte de su jornada laboral la fiesta sorpresa que le prepararon el 19 de junio de ese año para celebrar su 56 cumpleaños.
Mientras él se aferra a rocambolescas justificaciones para salvar su futuro, la oposición laborista y algunos de sus colegas conservadores piden su dimisión, al considerar que se ha convertido en una “distracción nacional” incapaz de seguir gobernando.
La baza del humor
Desde que inició su carrera política, Johnson, de origen aristocrático, ha aprovechado el humor para ganar votos, haciendo gala de una grotesca irreverencia que le permitió trascender su clase social y llegar a amplias capas de la sociedad.
Periodista de profesión, en el 2001 obtuvo su primer escaño en el Parlamento impulsado por la fama alcanzada como presentador ocasional del programa satírico de actualidad “Have I got news for you?”, y en sus campañas siempre ha optado por puestas en escena que acaparen titulares.
En un acto para promover los Juegos Olímpicos en agosto del 2012, cuando era alcalde de Londres, quedó colgado de una tirolina en la que se lanzó armado con una bandera británica en cada mano. Antes de las elecciones del 12 de diciembre del 2019, que ganó con mayoría absoluta, se puso al volante de una excavadora para derrumbar un muro ficticio del Brexit.
Si para unos es un personaje carismático y gracioso, para otros, dentro y fuera de su partido, es un farsante sin escrúpulos preocupado solo por su carrera.
En su canción “Vossy Bop” de abril del 2019, el rapero Stormzy manda a Boris a paseo tras acusarle de deshonesto, mientras los bailarines se arrancan sus pelucas rubias.
Por ese perfil ambivalente, siempre ha sido un favorito de los viñetistas y un fijo de la publicación satírica “Private Eye”, donde ahora cuenta con una página de Fakebook en la que tergiversa la realidad y tiene como principal asesora a su esposa, Carrie.
Como periodista en el “tory” “Daily Telegraph” y la revista “The Spectator”, Johnson ha demostrado su estilo mordaz y habilidad para la ironía, aunque no son pocos quienes han cuestionado los objetivos de sus chanzas, como cuando afirmó que los africanos tienen sonrisas como sandías y las musulmanas con velo facial parecen buzones.
Quién ríe el último
Con los últimos acontecimientos, el líder conservador ha pasado de hacer los chistes a protagonizarlos, con decenas de memes y chascarrillos circulando por whatsapp y en las redes sociales.
En un vídeo reciente, aparece en Downing Street comunicando a la nación las restricciones por COVID-19 mientras por detrás entra un chico con un pastel cantando ‘Cumpleaños feliz’, que se retira rápidamente al darse cuenta de que está “en directo”.
En otra imagen, se ve la sección de vinos de un supermercado bajo el cartel de “material de oficina”, mientras que en una parodia de la serie de policías “Line of Duty” el jefe del Gobierno trata de escabullirse al ser interrogado.
En una viñeta con Isabel II y James Bond, la reina le dice al agente 007 (el actor Daniel Craig): “Son Boris y Andrés (en referencia a su hijo, acusado de abuso a un menor) esta vez, James”. El espía responde: “Sí, señora, dos por uno, especial de enero”. “Que parezcan sendos accidentes”, apostilla la soberana.
Aunque el cachondeo no parece que vaya a remitir a corto plazo, no se puede descartar que Johnson, que tantas crisis ha superado, le dé la vuelta a la tortilla y consiga reír el último. Aunque nada podrá borrar este episodio de la tragicomedia.