Los inversores confiaron durante mucho tiempo en al menos una cosa en los mercados argentinos salvajes e impredecibles: una gran devaluación del peso se avecinaba y el mejor lugar para refugiarse ante esto eran los bonos vinculados al dólar.
Ahora, después de enfocarse en este negocio durante dos años consecutivos, están tirando la toalla. Estaban tan sorprendidos de que la devaluación no se produjera inmediatamente después de las elecciones legislativas de noviembre (políticamente, el momento más lógico para hacerlo) que han comenzado a dar crédito a la promesa del Gobierno de que no existe tal plan en el futuro. Como resultado, están reduciendo ahora rápidamente las compras de bonos locales en dólares y, en cambio, empiezan a invertir dinero en bonos vinculados a la inflación, un refugio que ven mejor a medida que los precios al consumidor se disparan a un ritmo anual de más del 50%.
“Estos fondos vinculados al IPC seguirán siendo muy atractivos y muy demandados”, dice Néstor de Cesare, presidente de Allaria Fondos en Buenos Aires.
Los fondos comunes de Argentina que invierten en deuda ligada a la inflación han tenido una rentabilidad del 54% durante el último año, casi el doble de las ganancias que en el mismo período mostró la deuda ligada al dólar, según datos compilados por la consultora 1816 Economía & Estrategia. El rendimiento superior es aún más marcado en los últimos tres meses: 13.1% para la deuda inflacionaria, 5,6% para los fondos de bonos en dólares.
Los fondos vinculados a los aumentos de precios al consumidor absorbieron entradas de 43,700 millones de pesos (US$421 millones) en los últimos 40 días, más de 13 veces los 3,300 millones de pesos que ingresaron a los fondos comunes vinculados al dólar, según 1816 Economía & Estrategia. En los tres meses previos a las elecciones, la demanda de fondos comunes vinculados al dólar había sido cuatro veces mayor que la de fondos mutuos vinculados al IPC.
Si bien la Administración del presidente Alberto Fernández ha insistido en decirles a los inversores que no estaba planeando una devaluación abrupta, esos pronósticos se tomaron con una gran dosis de escepticismo. Los inversores pensaron que deshacerse de una moneda sobrevaluada sería un paso obvio para poner a la economía en el camino del crecimiento a largo plazo, incluso cuando ésta molestara a los ahorradores argentinos. Muchos también pensaron que el Fondo Monetario Internacional lo exigiría como parte de las negociaciones en curso sobre la reprogramación de unos US$40,000 millones en pagos de préstamos.
Pero, la devaluación esperada para después de las elecciones de mitad de período del año pasado, no se concretó. Y el Gobierno repitió que no estaba de ninguna manera en sus planes, mientras el peso continuaba con su lenta pero constante depreciación diaria. De esta manera, los inversores ganaron confianza en el peso incluso cuando la inflación se empezó a acelerar.
Por supuesto, es posible que los formuladores de políticas decidan en cualquier momento que es hora de una gran devaluación del peso. La moneda se vende a 104 por dólar en el mercado oficial, pero a 209 por dólar en los mercados paralelos que los argentinos utilizan para eludir los controles que restringen severamente las compras de dólares. Será más difícil para Argentina preservar la fortaleza del peso en el mercado oficial a medida que disminuyan sus reservas de divisas. Las reservas netas, que excluyen los pasivos en moneda extranjera del banco, han caído a solo US$1,800 millones, según la consultora Anker Latinoamerica.
Así y todo, los inversores están apostando a que la deuda ligada a la inflación ofrecerá mayores rendimientos. Los rendimientos han caído a territorio negativo en medio del aumento de la demanda. En los títulos del Tesoro vinculados a la inflación que vencen el próximo año han bajado hasta el -1,8% desde el 6,35% de septiembre.
El Gobierno ha anunciado que las tarifas de servicios públicos subirán en el primer trimestre y la expansión monetaria se ha acelerado a un ritmo anual del 40% en diciembre desde el 30% en octubre, ejerciendo más presión sobre la inflación.
La semana pasada, el país registró su tasa de inflación mensual más rápida en ocho meses, dejando la inflación anual para 2021 en 50,9%. Los aumentos de precios desbocados están dificultando la posibilidad de que Argentina presente un plan creíble para estabilizar la economía en medio de sus conversaciones con el FMI para reprogramar los pagos de alrededor de US$40,000 millones adeudados a la institución.