En medio año de gestión el libertario Javier Milei ha logrado equilibrar las cuentas públicas de Argentina, pero a fuerza de un ajuste inédito y feroz que ha supuesto un duro golpe para la economía real, mientras persisten las dudas sobre la sostenibilidad de su plan de ‘shock’ en un país donde crece la pobreza y persiste una elevada inflación.
Milei, un economista ‘anarcocapitalista’ que sueña con un mundo sin Estado, asumió la Presidencia argentina el 10 de diciembre pasado y, sin anestesias, se dio a la tarea de recobrar el superávit fiscal mediante lo que él mismo denominó ‘motosierra’ -aplicar drásticos recortes netos de gastos- y ‘licuadora’ -aumentar levemente algunas partidas presupuestarias, pero por debajo de la inflación, lo que resulta en recortes en términos reales-.
Su objetivo inicial era recuperar el equilibrio fiscal para finales de este año. Lo logró en pocas semanas, un ajuste “sin precedentes” mundiales, como se jacta de decir el presidente.
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”A diferencia de otros, que con ajustes de medio punto del PIB terminaron volando por los aires, nosotros hicimos un ajuste de 7 puntos del PBI y estamos aquí parados y vamos a seguir dando la pelea”, aseveró Milei días atrás en un foro económico.
Desde un déficit primario del 2.9% del PBI y un resultado financiero negativo del 6.1% del PIB en 2023, Argentina logró en el primer cuatrimestre de este año acumular un superávit primario del 0.66 % del PIB y uno financiero del 0.18%.
”Desde el punto de vista macroeconómico de medidas de shock, el equilibrio fiscal es muy bueno. Pero la duda es la sostenibilidad en el tiempo, si esto puede perdurar”, dijo a EFE Leonardo Piazza, director de la consultora LP Consulting.
En el primer cuatrimestre, los gastos en prestaciones sociales (jubilaciones y ayudas familiares) cayeron 24% interanual en términos reales; los gastos operativos (salarios estatales, universidades) retrocedieron 22%; los subsidios al transporte y la energía se derrumbaron 29% y 34%, respectivamente; las transferencias a las provincias se desplomaron 76% y los gastos de capital (obra pública), un 85%.
La nueva Administración ha trabajado también en reducir los excedentes monetarios y los pesados pasivos del Banco Central, cortar la emisión monetaria para financiar al Tesoro, aliviar la carga de vencimientos de deuda e ir recomponiendo las reservas monetarias.
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Son los pasos que Milei cree necesario seguir dando para cumplir algún día -ya no arriesga cuándo- con su promesa de campaña de levantar las restricciones cambiarias y, luego, imponer un nuevo régimen de competencia de monedas.
Pero el ajuste tiene su ‘lado B’ en la economía real: la actividad ha acumulado una caída del 5,3 % en el primer trimestre, con sectores en estrepitoso derrumbe, como la construcción, golpeada por la paralización de la obra pública, y la industria, afectada por el hundimiento de la demanda.
En particular en el primer cuatrimestre, el consumo se desplomó por la pérdida del poder adquisitivo de los ingresos de los hogares, diluidos por una inflación que en diciembre y enero se disparó por la devaluación y la liberación de precios reprimidos y luego fue desacelerando, pero a niveles que aún son muy elevados (289.4 % interanual y 8.8% mensual en abril).Con ingresos perdiendo la carrera contra la inflación, el resultado es dramático en términos sociales: la pobreza trepó al 55.5% y la indigencia, al 17.5 %.
A ello se suma la pérdida de puestos de empleo, tanto en el sector público como en el privado.
El bajón de la actividad económica podría haber tocado su piso en marzo-abril, pero los expertos desconfían de que haya una recuperación vigorosa ni incluso tibia en lo inmediato.”El consumo , ayudado por el crédito, ya empieza a dar signos de un poco de reactivación, que es una buena noticia. Pero sin ‘ley de bases’ (reformas económicas impulsadas por Milei) ni pacto fiscal y sin una buena comunicación con los gobernadores, Argentina no va a crecer en inversiones y exportaciones. Entonces tendremos un crecimiento amesetado”, observó Piazza.