Francia, Italia y Bélgica actuaron para frenar el uso de la hidroxicloroquina para el tratamiento de pacientes que sufren de COVID-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus, en medio de dudas sobre la seguridad del fármaco genérico contra la malaria.
El miércoles, Francia canceló un decreto que permitía a los doctores en los hospitales dispensar la medicina, mientras que la Agencia Italiana del Fármaco (AIFA) suspendió la autorización del uso de hidroxicloroquina para tratar el COVID-19, a excepción de los ensayos clínicos.
La agencia médica belga advirtió contra el uso del medicamento para tratar el virus, excepto en el caso de ensayos clínicos registrados ya en marcha. Según dijo, las pruebas que buscan evaluar el fármaco también deberían tener en cuenta riesgos potenciales.
Los súbitos cambios destacan el desafío que enfrentan los gobiernos mientras buscan formas de tratar a los pacientes y controlar un virus que se ha propagado rápidamente por el mundo en los tres últimos meses, acabando con la vida de más de 350,000 personas e infectando a millones en todo el mundo.
Asimismo, ilustra al menos un cambio radical para los reguladores respecto a un medicamento que al principio de la pandemia fue visto como una opción prometedora de tratamiento.
Las decisiones tomadas por tres de los países más afectados por las infecciones y decesos por el coronavirus llegan dos días después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió interrumpir un gran ensayo con hidroxicloroquina por razones de seguridad.
Francia permitió en marzo el uso de la hidroxicloroquina -que, más allá de la malaria, está aprobado para tratar el lupus y la artritis reumatoide- en situaciones específicas para el tratamiento del COVID-19 en hospitales.
Estados Unidos emitió una autorización de emergencia para la medicina como un posible tratamiento contra el coronavirus.