¿Los bebés son imitadores natos? Durante generaciones, la respuesta convencional a esta pregunta fue “sí”. En psicología, muchos expertos creían que el talento para imitar a otros era casi tan innato como la capacidad de respirar o comer.
Según este relato, los niños pequeños están genéticamente programados para ser esponjas, al observar a sus padres y a otras personas en busca de señales sobre cómo abrirse camino en el mundo. ¿De qué otra manera pueden los niños aprender a hablar, jugar con bloques, saludar a extraños o cualquier otra cosa?
Un nuevo estudio de la Universidad Ludwig Maximilians en Múnich ofrece datos que apoyan una perspectiva diferente: a saber, que los bebés primero tienen que aprender cómo imitar de sus padres o cuidadores.
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Los investigadores, dirigidos por Markus Paulus, observaron las interacciones entre las madres y sus bebés durante aproximadamente un año, desde que el bebé tenía solo seis meses hasta los 18 meses.
Los científicos analizaron las interacciones e imitaciones entre mamá e hijo mientras participaban en actividades de juego. Cuanto más “sensible” era una madre en sus interacciones con un bebé de seis meses (a juzgar por lo bien que captaba las señales del niño y reaccionaba rápida y apropiadamente a ellas), y cuanto más a menudo imitaba a su hijo, mayor era la capacidad del niño para copiar a otros a los 18 meses.
Los autores calificaron su investigación como la primera evidencia longitudinal por la noción de que la interacción de un padre con su hijo forma la base para que el niño aprenda la capacidad de imitar.
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“Estas experiencias crean conexiones entre lo que el niño siente y hace, por un lado, y lo que ve, por el otro”, dijo Paulus. “Se forman asociaciones. La experiencia visual del niño está conectada con su propia actividad motora”.
También arroja luz sobre una pregunta mucho más importante: ¿qué hace que los humanos sean seres tan sociables? Como somos tan buenos imitadores, podemos copiar (y potenciar) los logros de otras personas. Lejos de tener que seguir reinventando la rueda, hemos logrado crear todo tipo de tecnologías avanzadas, desde bicicletas eléctricas hasta automóviles autónomos e inteligencia artificial.
Todo comienza cuando los niños pequeños aprenden a imitar a sus padres.
“A lo largo de generaciones y milenios, esta interacción ha llevado a la evolución cultural de los humanos”, dijo Paulus. “La capacidad de imitar, y por tanto el aprendizaje cultural, es en sí un producto de aprendizaje cultural, en particular la interacción entre padres e hijos”.
Así que la próxima vez que su bebé le saque la lengua, ya sabe qué debe hacer. ¿Y tal vez sea una buena idea evitar rabietas de adultos?
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