El próximo presidente de Argentina asumirá el cargo en medio de una emergencia financiera, algo habitual en una de las economías más disfuncionales del mundo.
Los votantes irán a las urnas este domingo, en un momento en que se prevé que el país entre en recesión por sexta vez en una década y la inflación supera el 140%.
Se enfrentan a dos propuestas radicalmente opuestas: la continuidad del ministro de Economía, Sergio Massa, que promete frenar el gasto fiscal sin poner fin a los derechos sociales de larga data, o las promesas radicales de Javier Milei, que dice que adoptará el dólar estadounidense como moneda argentina como alternativa del peso.
Es probable que ninguna de las dos alternativas resuelva rápidamente los problemas económicos de Argentina, ya que su origen radica en décadas de mala gestión.
A lo largo de su historia reciente, los Gobiernos argentinos oscilaron entre políticas, incapaces de aplicar un enfoque coherente, y la mayoría de inversores huyeron. El resultado es que el país, que alguna vez fue uno de los más ricos de la región, tiene una economía cada vez más singular, y no en el buen sentido.
“Argentina es un caso atípico y lo ha sido durante mucho tiempo”, dice Martin Castellano, jefe de estudios sobre América Latina del Instituto de Finanzas Internacionales. Mientras que otros países latinoamericanos han construido cuidadosamente instituciones económicas sólidas, Argentina se ha inclinado hacia la volatilidad y el estancamiento.
Con las reservas del banco central en números rojos y el peso sobrevaluado al tipo de cambio oficial, quienquiera que gane las elecciones probablemente devaluará la moneda mientras intenta sanear las finanzas públicas. “Es un ajuste inevitable que provocará otra recesión el próximo año”, dice Castellano.
A continuación, presentamos seis gráficos que ilustran el profundo y evidente problema que atraviesa la tercera economía de América Latina:
De más rico a más pobre
Antaño uno de los países más ricos de América Latina, la actividad se ha estancado después de enfrentar múltiples crisis económicas en las últimas décadas. El ingreso per cápita creció más lentamente que el de la mayoría de sus pares, aumentando en promedio de alrededor del 1% anual desde 1960. En el mismo período, sus vecinos Chile y Brasil multiplicaron sus ingresos al menos por dos, según datos del Banco Mundial.
La alta inflación no hace sino empeorar las cosas, ya que el 40% de los argentinos vive en la pobreza y el 9% en la pobreza extrema, según datos oficiales. Es probable que eso también ponga en peligro la capacidad del país para prosperar en las generaciones futuras, ya que más de la mitad de los niños de hasta 14 años viven en la pobreza.
Perder la batalla contra la inflación
Varios países latinoamericanos sufrieron episodios de alta inflación o incluso hiperinflación durante los años ochenta y principios de los noventa. La mayoría de ellos lograron controlar las presiones sobre los precios adoptando regímenes de metas de inflación, permitiendo la flotación de sus monedas y desarrollando mercados de deuda en moneda local.
No es el caso de Argentina. Tras el fin de la convertibilidad cambiaria en 2002, el banco central del país ha financiado cada vez más el déficit público mediante la impresión de dinero. Como resultado, la tasa de inflación anual alcanzó en octubre un 143%, y se espera que cierre el año sobre el 180%.
Campeón de la recesión
Argentina tiene una larga historia de drásticos vaivenes económicos, resultado de políticas débiles e inconsistentes que sobresalen incluso en un vecindario volátil. Un estudio de 2018 del Banco Mundial reveló que entre 1950 y 2016, la nación pasó aproximadamente un tercio del tiempo en recesión, más que cualquier país del mundo, excepto la República Democrática del Congo.
Se prevé que la economía se contraiga nuevamente este año, según el Fondo Monetario Internacional y analistas encuestados por Bloomberg. Si se cumplen estas proyecciones, la economía se habrá contraído en casi la mitad de los años transcurridos desde 1980.
Desierto crediticio
En la mayoría de los países, el flujo de crédito bancario a los hogares y las empresas es crucial para impulsar el crecimiento económico. Pero en Argentina, años de altas tasas de interés e inflación han sido un obstáculo tanto para los prestamistas como para los prestatarios.
Es más, los bancos privados prestan principalmente a un Gobierno cada vez más voraz, dejando muy poco para los particulares y las empresas. El resultado es que Argentina tiene uno de los niveles de crédito a los hogares más bajos del mundo, según datos del Banco de Pagos Internacionales. Del mismo modo, el crédito a las empresas es solo una fracción de los niveles registrados en sus vecinos Brasil y Chile.
El peso se hunde
El peso argentino ha perdido casi el 100% de su valor nominal en las dos últimas décadas, y este año ha vuelto a registrar una de las peores rentabilidades al contado entre las principales economías emergentes. “Perdieron la oportunidad de pasar a un régimen cambiario flexible y nunca se hizo bien”, afirma Castellano.
Sin capital extranjero
En medio de toda la volatilidad, no es de extrañar que Argentina se haya quedado rezagada con respecto a sus pares a la hora de atraer dinero internacional. En los últimos años, la inversión extranjera directa ha sido mucho menor que en Brasil o México, las dos únicas economías latinoamericanas más grandes.
Argentina tiene un gran mercado interno, pero las empresas que quieren explotarlo se enfrentan a riesgos como la nacionalización o la imposibilidad de enviar las ganancias a sus oficinas centrales. Los importadores y exportadores también tienen dificultades para vender sus productos debido a un sistema bizantino de controles de capital.
En cuanto a los fondos a corto plazo, el país experimentó una ola de entradas de capital bajo el Gobierno promercado de Mauricio Macri entre 2015 y 2019, pero la mayor parte del dinero especulativo volvió a salir cuando Macri protagonizó otro colapso económico.