El fuego y una intensa humareda se extienden por algunos cientos de metros en paralelo a la BR-319, la carretera federal que conecta las ciudades de Manaos y Porto Velho, ahora en obras para su ampliación y asfaltado, según presenció Efe. Foto: EFE/Raphael Alves
El fuego y una intensa humareda se extienden por algunos cientos de metros en paralelo a la BR-319, la carretera federal que conecta las ciudades de Manaos y Porto Velho, ahora en obras para su ampliación y asfaltado, según presenció Efe. Foto: EFE/Raphael Alves

Kilómetro 214 de la carretera BR-319 de Brasil, un frente de fuego avanza en medio de la madrugada del miércoles por el corazón de la Amazonía brasileña, golpeada estos días por miles de incendios en su interior.

A unos 500 metros de distancia es posible observar cómo las llamas trepan por la vegetación nativa y dejan el cielo tintado de un rojo apocalíptico.

El fuego y una intensa humareda se extienden por algunos cientos de metros en paralelo a la BR-319, la carretera federal que conecta las ciudades de Manaos y Porto Velho, ahora en obras para su ampliación y asfaltado, según presenció Efe.

La remodelación de esta accidentada vía que atraviesa una parte de la Amazonía es una prioridad para el presidente brasileño, el ultraderechista Jair Bolsonaro, que en octubre buscará renovar su mandato por otros cuatro años y dar así continuidad a su criticado plan desarrollista en la región.

Alrededor del incendio se escucha el silencio de la noche, roto de forma esporádica por uno que otro camión que traslada material de construcción.

No se ve presencia policial o bomberos para intentar controlarlo, en la noche que precedía a las celebraciones de los 200 años de la independencia de Brasil.

Mientras, el fuego sigue su curso como si fuera un elemento más del paisaje. Ni la leve lluvia que cae sobre la zona impide que se abra paso por la selva.

La trágica escena se repite en otros puntos de esta polémica carretera construida durante la dictadura militar (1964-1985), régimen que goza de la simpatía del actual jefe de Estado.

INCENDIOS EN NIVELES MÁXIMOS

Las organizaciones ecologistas ya esperaban un tiempo seco duro por los altos índices de deforestación, factor al que se han unido unas temperaturas por encima de lo normal para esta época del año, según comentaron a Efe varios habitantes.

En apenas los seis primeros días de septiembre se detectaron 16.698 focos de incendio, casi los mismos que todos los reportados en el mismo mes de 2021 (16,742), según el sistema de alertas del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE).

Solo entre el viernes y el domingo hubo más de 3,000 alertas diarias, que se suman al peor agosto desde 2010, con un total de 33,116 fuegos en el mes.

Esto provocó que una gigantesca masa de humo cubriera esta semana buena parte de la Amazonía de Brasil y otros países de la región que comparten este rico y amenazado ecosistema.

El área cubierta por esa intensa humareda se estima en cinco millones de kilómetros cuadrados. De hecho, Manaos, la ciudad más poblada de la Amazonía (2 millones de habitantes) ha amanecido algunos días de este último mes envuelta en neblina por causa de los incendios.

Sobre el terreno, no es difícil ver columnas de humo a cada pocos kilómetros de la BR-319, algunas en propiedades privadas, a plena luz del día, otras en zonas de vegetación autóctona.

En otros estados amazónicos y en el bioma del cerrado, la amplia sabana que se extiende por el centro de Brasil, la situación también es dramática por los incendios.

CERCA DEL PUNTO DE “NO RETORNO”

Según un informe divulgado durante la V Cumbre Amazónica de Pueblos Indígenas, el proceso de “sabanización” empezó en algunas áreas del vasto bosque tropical, las cuales ya estarían emitiendo más carbono del que absorben, con consecuencias de alcance global.

Mientras, Bolsonaro, segundo en las intenciones de voto por detrás del exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva, sigue convencido de que “la Amazonia no se incendia”, a pesar de las imágenes, y responsabiliza a comunidades indígenas y ribereñas por la quema de rastrojos.

“La Amazonía es nuestra”, repite como un mantra el capitán retirado del Ejército, que defiende la explotación de recursos minerales en tierras indígenas y recortó el presupuesto de los órganos que persiguen los delitos medioambientales.