Los venezolanos vivirán el viernes su tercera reconversión monetaria en lo que va de siglo. Se acostarán este jueves con el bolívar soberano en sus bolsillos y, al día siguiente, se levantarán con el bolívar digital, previa amputación de seis ceros devorados por la hiperinflación que comenzó en el 2017.
Con unos índices de aumento de precios mareantes, actualmente el bolívar se cambia a 4′181,781 unidades por cada dólar, y su billete de más alta denominación -un millón- tiene una capacidad de compra casi inexistente.
Por si fuera poco, la contabilidad de muchas empresas se ha hecho imposible con los innumerables ceros que deben incluir en los libros, por lo que una reconversión era imprescindible para la vida cotidiana de los venezolanos, que ya se han acostumbrado a utilizar el dólar para casi todas las transacciones.
Estas son algunas claves de esta nueva reconversión.
Un bolívar digital que no es digital
Que el nombre no lleve a engaños: el bolívar digital no es una criptomoneda ni tampoco tendrá un uso exclusivamente en línea. Contará con monedas de un bolívar y billetes de cinco, diez, veinte, cincuenta y cien.
Además, durante un periodo de tiempo todavía no confirmado, coexistirán con los billetes anteriores -con valor actualizado-, para facilitar las transacciones. Es decir, los bolívares, casi desaparecidos de las calles, podrán volver a ser utilizados en compras cotidianas, pero valdrán un millón de veces menos que lo que dice en papel.
Se van seis ceros, permanece el valor
La nueva reconversión implica que por cada millón de bolívares soberanos, se obtendrá un bolívar digital o, lo que es lo mismo, se borrarán seis ceros de las cantidades anteriormente dibujadas. Por tanto, el nuevo billete de 100 bolívares digitales supone 100 millones de los antiguos bolívares soberanos.
Lo que no cambia es la tasa para adquirir otras monedas. Por tanto, y puesto que actualmente se cambian 4′181,781 bolívares soberanos por cada dólar, a partir de mañana se comprarán 4.18 digitales con cada unidad de la divisa estadounidense.
La tercera reconversión en un siglo
Esta reconversión no es la primera, pero sí es la prueba de que los últimos años han sido los más voraces con la capacidad adquisitiva de los venezolanos. En el 2007, el fallecido presidente Hugo Chávez (1999-2013) hizo la primera de este siglo al eliminar tres ceros y alumbrar el bolívar fuerte, que suplió al bolívar original, sin apellidos.
En el 2018, ya con Nicolás Maduro como mandatario, se realizó la segunda, al eliminar cinco ceros a la moneda. Desde entonces, la tormenta perfecta de devaluación e hiperinflación ha terminado por asestar una puñalada mortal al bolívar soberano, que vivirá este viernes su entierro formal, ya que los venezolanos lo habían sepultado hace tiempo.
El dólar, rey de las transacciones
La acelerada pérdida de valor de la moneda nacional ha empujado a los venezolanos a los brazos de cualquier certeza económica. Con el paso del tiempo, esa garantía la ha ofrecido el dólar, inicialmente satanizado por el régimen de Nicolás Maduro y posteriormente visto como tabla de salvación.
Con las calles llenas de dólares, los comercios han vigorizado su actividad y ha permitido a los venezolanos tener una mínima capacidad de ahorro. Según distintas estimaciones, cerca del 70% de las transacciones cotidianas se realizan en billetes verdes, aunque todavía son muchos venezolanos los que no los tienen a su alcance.
Una economía digitalizada a golpes
La búsqueda de soluciones no solo ha llevado a los venezolanos a adoptar monedas extranjeras (y en ocasiones criptomonedas) para tener cierta garantía de estabilidad, sino que también ha llevado a experimentar con formas de pago digitales ante la depreciación de su moneda.
Debido a ello, las menguantes compras en bolívares soberanos requerían de un número insostenible de billetes, por lo que los comerciantes tuvieron que buscar alternativas como el pago casi exclusivo por tarjeta o a través de plataformas digitales, dos opciones lastradas por el pésimo internet y los constantes cortes de energía.
Al ser imposible de obviar estas realidades para planificar cualquier actividad económica venezolana, el nuevo bolívar -con apellido de digital o sin él- deberá amoldarse a esta situación, al igual que a la convivencia con el dólar y a la mermada capacidad adquisitiva de los venezolanos, mientras trata de navegar sobre el oleaje producido por la hiperinflación.