Egipto defendió hoy la “capacidad” de su economía para resistir la crisis que atraviesa desde hace años, después de que la agencia de Fitch Ratings rebajó la calificación de su deuda a largo plazo a B negativo y se unió así a otras como Moody’s o S&P en rebajar su confianza en el país.
”La economía egipcia todavía es capaz de cubrir las necesidades de financiación externa”, dijo el ministro de Finanzas egipcio, Mohamed Maiet, en un comunicado con el que respondía al último informe de Fitch.
El ministro afirmó que su país “tiene posibilidad de obtener alrededor de 5,000 millones de dólares anuales en condiciones favorables de los bancos multilaterales de desarrollo”.
Si bien, no dio a conocer detalles, consideró que esa “posibilidad” es un “indicio de la confianza de estas instituciones internacionales en la política financiera del Gobierno egipcio (...) para reducir las tasas de deuda y déficit (...) y mantener un superávit primario sostenible, además de en las reformas estructurales” con las que “se da más espacio al sector privado como motor del desarrollo integral.
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Dijo también que Egipto “ha identificado fuentes para cubrir las necesidades de financiación externa hasta el final del año fiscal en curso, estimadas en 4.000 millones de dólares”, y ha emitido bonos en monedas japonesa y china por un valor equivalente a 1.000 millones de dólares.
Entre otras fuentes de financiación, el ministro destacó los ingresos del canal de Suéz que espera que este año aumenten a 12,000 millones de dólares, frente a los 10.000 millones de 2022, y la inversión extranjera que llegaría también a 12,000 millones de dólares con el programa de privatización.
En un informe publicado el viernes, Fitch situó a Egipto en un escalón en donde “está presente el riesgo de impago”, y en donde “aún existe un limitado margen de seguridad”. Sin embargo, la perspectiva es negativa.
Esta es la tercera evaluación consecutiva de la deuda soberana egipcia en la que Fitch rebaja la calificación.
”La rebaja refleja los riesgos crecientes de la financiación externa de Egipto, su estabilidad económica y la trayectoria de su ya elevada deuda gubernamental”, dice el informe.
Hace apenas dos semanas, la calificadora S&P acercó la deuda egipcia a las categorías de “bono basura”, ante los problemas para acceder a divisas y las dudas respecto a la sustentabilidad de su deuda, mientras que el pasado día 8 de noviembre fue la agencia Moody´s la que rebajó su calificación para dejarla a un paso del impago.
La crisis económica de Egipto, con una población de más de 105 millones de habitantes, se ha agudizado notablemente tras la invasión rusa de Ucrania y la inflación global, y cuyas repercusiones han afectado a una importante parte de la población del país norteafricano, en medio de una inflación de cerca del 40 %.
La severa escasez de divisa extranjera obligó a El Cairo a acudir de nuevo al Fondo Monetario Internacional (FMI) en busca de nuevos programas de ayuda, que se unen a los otros dos multimillonarios préstamos que ya pidió desde 2016.
Sin embargo, este último empréstito exige la liberación del tipo de cambio, la reducción de subvenciones públicas y mayores privatizaciones de sectores dominados por las industrias públicas, algo que Egipto aún no ha hecho, lo que ha impedido el desembolso de ese dinero.
Actualmente el país árabe tiene una deuda externa de 165,300 millones de dólares, de los cuales debe pagar unos 29,000 millones en el próximo ejercicio económico y hasta 71,000 en los próximos tres años.
Sus reservas de divisas rondan se acercan a 35.000 millones de dólares, la inmensa mayoría de las cuales son depósitos de fondos soberanos saudíes y de Emiratos Árabes Unidos.
(Con información de EFE)