Por Andreas Kluth
Estimada Dra. Yellen: ¡Felicitaciones! Es probable que sea la próxima secretaria del Tesoro de Estados Unidos. Con ello caerá en medio de enormes calderos políticos, desde el financiamiento de los déficits masivos de EE.UU. hasta el manejo de China y el código fiscal. Con tanto por hacer, le instamos a que no se olvide de un gran grupo de estadounidenses: nosotros.
Somos expatriados estadounidenses, 9 millones de expatriados. Si fuéramos un estado, seríamos el undécimo más grande. Y estamos sufriendo con un problema que usted puede solucionar.
Terminamos en el extranjero porque conseguimos un trabajo en Canadá, nos casamos con alguien en Francia o nos jubilamos en Nueva Zelanda. Para otros de nosotros, “el extranjero” es en realidad nuestro hogar, porque somos los llamados “estadounidenses accidentales”, es decir que nacimos en EE.UU. pero nunca vivimos allí.
Sin importar cómo terminamos con pasaportes estadounidenses, todos estamos sujetos a los impuestos estadounidenses, así como a los requisitos anuales de informes bancarios y de activos, tan onerosos y complejos que muchos expertos no los entienden completamente. Y ese es apenas el comienzo de nuestros problemas, como hemos tratado de explicar antes.
EE.UU. es el único país del mundo que aplica impuestos basados en la ciudadanía. Todas las demás naciones gravan a las personas según su residencia. De acuerdo, Eritrea también grava a su diáspora, pero eso no es exactamente lo mismo.
Ciertamente no vivimos en el extranjero para evitar impuestos. Después de todo, ya pagamos impuestos en nuestros países de residencia, que tienden a tener tasas más altas que EE.UU. Podemos tomar estos impuestos extranjeros como crédito en nuestras declaraciones en EE.UU., por lo que la mayoría de nosotros nunca debemos nada al Servicio de Impuestos Internos (IRS, por sus siglas en inglés). Pero eso hace que las enormes cargas de cumplimiento y las multas draconianas por errores inocentes sean aún más innecesarias.
Muchos de nosotros no podemos llevar una vida financiera normal porque estamos atrapados entre dos sistemas fiscales incompatibles simultáneamente. No podemos invertir o ahorrar para la jubilación, como nuestros vecinos u otros estadounidenses, ya que EE.UU. o nuestro país de residencia no reconoce los productos y las reglas financieras de la otra nación. Ni siquiera podemos abrir cuentas bancarias o de corretaje, porque las instituciones financieras no nos aceptan.
Muchos de nosotros escapamos al problema renunciando a nuestra ciudadanía estadounidense. Pero EE.UU. ha vuelto este proceso más costoso y difícil en los últimos años. Y, de todos modos, la mayoría de nosotros odiaríamos renunciar a nuestra nacionalidad.
Si tuviéramos representación en el Congreso como bloque, este problema se habría resuelto hace mucho tiempo. Pero no la tenemos. En cambio, votamos en el estado de EE.UU. donde vivimos más recientemente y nuestros representantes y senadores no creen que escuchar nuestras preocupaciones pueda ayudarlos en su reelección. Si bien una solución legislativa es nuestra opción preferida, no nos hacemos esperanzas.
Ahí es donde entra usted. Como secretaria del Tesoro, supervisará las dos oficinas a las que los expatriados deben presentar informes, el IRS y la Red de Control de Delitos Financieros, conocida como FinCEN (ese nombre lo dice todo).
Hay ajustes simples que podría hacer que no le costarían nada a EE.UU. en ingresos perdidos, le ahorrarían en gastos de cumplimiento y además facilitarían nuestras vidas. Las opciones se presentan en un ensayo que recomiendo a todos los miembros de su personal: “A Simple Regulatory Fix for Citizenship Taxation” (Una solución regulatoria simple para los impuestos a la ciudadanía), de John Richardson, Karen Alpert y Laura Snyder.
Una opción es cambiar las reglas sobre pesadillas de cumplimiento particulares que se han vuelto obsoletas. A continuación un ejemplo.
En la década de 1980, EE.UU. adoptó reglas draconianas para disuadir a los estadounidenses de diferir los ingresos en vehículos de financiación en el extranjero (llamados Empresas de Inversión Extranjera Pasiva, o PFIC por siglas en inglés) que no tenían la obligación de distribuir los ingresos y las ganancias a medida que se acumulaban.
Pero eso fue antes del auge internacional de los fondos mutuos, que también se consideran PFIC. Hoy en día, los expatriados estadounidenses a menudo terminan teniendo esto sin siquiera saberlo, por ejemplo, si su empleador extranjero los inscribe automáticamente en un plan de jubilación.
Los impuestos de EE.UU. a estos PFIC, es decir, fondos mutuos simples pero extranjeros, es ruinosa. Además, los requisitos de presentación de informes son tan kafkaescos que muchos contadores profesionales se niegan a aceptar clientes que tengan PFIC. Además, en la mayoría de los países desarrollados, los fondos mutuos están regulados casi exactamente como sus análogos estadounidenses y también deben distribuir todos los ingresos y ganancias.
Su Tesoro podría cambiar las regulaciones para eximir a toda una categoría de fondos de reportar los PFI. De la misma manera, podría modificar docenas de otras reglas que no tienen sentido.
Pero hay un paso aún más simple que podría dar. No hay un estatuto estadounidense que vincule la nacionalidad estadounidense con la responsabilidad fiscal. En cambio, el Tesoro estableció dicho vínculo en regulaciones anteriores. Esto significa que usted, Dra. Yellen, puede volver a romper el vínculo.
Nuestra propuesta, como lo detallan Richardson, Alpert y Snyder, es que introduzca una nueva categoría de contribuyentes, además de las muchas que ya tiene. Podría llamarse “no residentes calificados” e incluiría a ciudadanos estadounidenses que viven de manera permanente en otro país y pagan impuestos allí como si fueran sus ciudadanos.
Estos no residentes calificados estarían exentos de presentar declaraciones al IRS y FinCEN, y de pagar impuestos sobre cualquier ingreso que no se obtenga en EE.UU. Como igual no deben nada, la pérdida de ingresos sería cercana a cero. Además, el IRS podría desviar sus propios recursos de esta área de aplicación compleja y no rentable a otras que valen más la pena.
Este cambio alinearía los impuestos estadounidenses a individuos con los sistemas de todos los demás países desarrollados. Nos liberaría a los expatriados para vivir, ganar, ahorrar e invertir como lo hacen otras personas. Y cada vez que alguno de nosotros regresa a EE.UU., somos suyos nuevamente. Nunca habría costado tan poco ayudar a tantos con un conflicto tan insignificante. Por favor considérelo.