Cocoa Beach, con su arena, sus dunas y palmeras, guarda poco parecido con el Polo Norte. Pero este 24 de diciembre, miles de Papás Noel acudieron a esta playa del este de Florida para divertirse, celebrar y colaborar con una buena causa.
Desde primera hora de la mañana, la playa se va llenando de hombres, mujeres y niños vestidos de Papá Noel, de elfos o de renos en una nueva edición de “Surfing Santas” (“Santas Surfistas”), una fiesta que se celebra cada año en esta localidad de la llamada Costa Espacial, al sur de Cabo Cañaveral.
El día está nublado y los 20 ºC se consideran casi frío en Florida, pero un puñado de participantes surfean pequeñas olas con su atuendo de Santa Claus. Algunos salen del agua tiritando, como si de verdad fuera el Polo Norte.
Otros los observan desde la playa, toman bloody marys o disfrutan de los concursos de disfraces y un espectáculo de bailes hawaianos en un escenario.
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Bajo una carpa, decenas de voluntarios venden camisetas y boletas de una rifa para recaudar fondos.
El objetivo del evento, a parte de pasarlo bien, es apoyar a dos asociaciones locales: Grind for Life, que ayuda económicamente a enfermos de cáncer que necesitan viajar lejos para recibir tratamiento, y el Florida Surf Museum, un espacio dedicado a este deporte.
“Hacer sonreír”
“Surfing Santas” nació en 2009 de una visión alocada de George Trosset. Aquel año, este habitante de Cocoa Beach vio en televisión el anuncio de un coche donde varias personas disfrazadas de Papá Noel sacaban tablas de surf de sus maleteros y se lanzaban al mar.
Inspirado por esa imagen, fue a una tienda de segunda mano con su esposa, compró un viejo abrigo rojo, lo adaptó para parecerse a Santa Claus y salió a surfear. Junto a él estaban su hijo, disfrazado de elfo, y su nieto de tres años, que los observaba desde la orilla.
Un fotógrafo local capturó aquel momento y publicó la imagen en la prensa.
“El segundo año éramos 19 Santas. El tercero, 80. Y ahora mira esto, hay miles de personas aquí”, dice Trosset, de 70 años. “Es emocionante ver en qué se ha convertido esta pequeña cosa absurda”.
Teresa Dell’Oglio-Garrett, una italiana que vive a unos 15 km de Cocoa Beach, acude a la fiesta por segunda vez para disfrutar de “la camaradería y la felicidad”.
La primera, en 2017, había poca gente, nada que ver con la multitud reunida esta mañana en la playa, recuerda.
Trosset aún no consigue entender cómo una pequeña broma con su hijo y su nieto se convirtió en esta celebración.
Cuando cientos de personas empezaron a unirse a la fiesta, pensó que tal vez podía aprovechar el tirón para hacer algo bueno, y así fue como nació la parte caritativa del evento.
“Estoy muy agradecido de que a mucha gente le guste lo que hacemos”, dice este jubilado. “Los Papás Noel surfistas hacen sonreír a la gente. Me han dicho que obtenemos millones de impresiones en los medios cada año. Y si eso es cierto, entonces creamos millones de sonrisas cada año. Y eso me alegra el corazón”.
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