Por Jonathan Bernstein
Veo que muchas personas en los medios expresan desprecio por aquellos que salen a la calle sin seguir las mejores prácticas para contener el coronavirus. Estoy aquí para defender a los ciudadanos comunes.
Pero primero: ¡use una mascarilla! Cuanto más avanza, más claro queda que las mascarillas son la primera línea de defensa. El distanciamiento social también es importante, junto con el lavado de manos; estar en interiores es más riesgoso que en exteriores. Pero lo más importante en lo que Estados Unidos está fallando en comparación con otros países es el uso de mascarillas. ¡Úselas!
Dicho esto: no culpo a los ciudadanos comunes por cómo han manejado esto. La verdad es que los esfuerzos del gobierno por informar a la ciudadanía sobre la pandemia han sido un fracaso colosal, lo que significa que la mayoría de las personas recibe mensajes mixtos y acallados sobre qué hacer. No es sorprendente que, como resultado, mucha gente crea que la información es errónea, y otros simplemente se desesperen.
Mucha gente ha contribuido a este fracaso, pero la mayor responsabilidad recae en Donald Trump, quien como presidente tiene el deber particular de informar con precisión a las personas y, con mucho, tiene la tribuna más grande.
Trump debería haberse asegurado desde el principio de que el Gobierno enviara un mensaje claro, poniendo a los expertos al frente y respaldando con medidas lo que ellos dijeran. Debería haber sido consciente de los peligros de politizar el mensaje y, por lo tanto, hacerlo lo más bipartidista posible, por ejemplo, recurriendo a políticos, celebridades y otros estadounidenses influyentes para que corrieran la voz.
Trump intentó brevemente decir que el país estaba en guerra con el coronavirus. Cualesquiera que sean los méritos de ese marco, nunca actuó como si fuera verdad. El consenso general parece ser que este presidente simplemente no puede tolerar compartir el centro de atención con nadie más, incluso si hacerlo lo beneficiara políticamente (como seguramente habría ocurrido al contener el virus).
Quizás haya alguna otra razón. Pero los resultados son claros; Trump dejó de lado a los expertos, nunca hizo un gesto hacia el bipartidismo e, incluso durante el breve período en que se tomó en serio la amenaza, dedicó poco tiempo a explicar qué podían hacer los ciudadanos comunes para ayudar. Ahora solo evita hablar de todo el asunto.
Y no es solo el presidente. Muchos políticos republicanos han tratado durante meses la pandemia como si ya no fuera una amenaza. Algunos demócratas e incluso autoridades de salud pública han sumado mensajes mixtos al actuar como si la protesta fuera algún tipo de escudo que mantuviera a las personas a salvo.
Los medios también han cometido errores. Pero todo esto está en el contexto de un presidente que aparentemente renunció a sus responsabilidades hace dos meses.
No, esto no exime a los ciudadanos comunes de responsabilidad (en serio, ¡use una mascarilla!). Tampoco significa que otros políticos o los medios de comunicación deban renunciar a intentar alentar comportamientos más seguros.
Sin embargo, en general, es el presidente quien domina el entorno de la información cuando se trata de emergencias de salud pública y quien tiene la mayor responsabilidad de garantizar que las personas estén informadas sobre sus obligaciones. Y Trump no lo ha hecho.