Carole de la Cheneliere y su pareja Olivier Merleau tenían meses preparando su “vacación soñada” por la costa oeste de Estados Unidos cuando apareció el coronavirus.
El viernes debían llegar a Los Ángeles desde París para luego conducir a San Francisco por la carretera 1 que bordea el Pacífico; ir a San Diego antes de embarcarse en los parques nacionales de Bryce, Zion, Gran Cañón y por qué no, Las Vegas... al final de cuentas era la celebración del cumpleaños 55 de ambos.
"Siempre soñé con visitar Estados Unidos y esta era una vacación soñada", dijo Carole, que trabaja en una tienda de ropa de alta costura, donde, antes que todo cerrara, tenía un mapa con su ruta y la gente le daba consejos.
"Habíamos organizado todo y hasta compramos US$ 500, estábamos listos", añadió.
Un "road trip" por la costa oeste estadounidense, preferiblemente con un convertible, está en la lista de cosas que hay hacer antes de morir de muchos en el mundo.
Entre órdenes de confinamiento, restricciones a viajes internacionales y el cierre de parques nacionales, playas y otras atracciones como Disneyland en esta popular región del país, el sector turismo entra en la que sería la temporada alta del verano sin un panorama claro a falta de tratamiento o una vacuna.
Y muchos operadores turísticos coinciden en que están últimos en la lista y que su recuperación será lenta y difícil.
"Somos prescindibles... somos turismo, nadie nos necesita y es posible que tengamos un año exiguo", indicó Sabra Purdy (41), que tiene un servicio de escalada en el parque nacional Joshua Tree de California.
"No es solo la pandemia, son los efectos que esto tiene sobre la economía, no sé si estará en forma para negocios como los nuestros".
“Sensación de seguridad”
Además del músculo financiero, los turistas necesitan otro aspecto fundamental: confianza.
"Hasta que no haya algún tipo de sensación de seguridad entre la gente, que le permita sentirse tranquilo yendo a un bufete, a un show o a un tour, no importa si abrimos o no", dijo por su parte Matthew Meier (38), propietario de Max Tours, una compañía que hace paseos por Las Vegas y atracciones cercanas como el Gran Cañón, que recibe casi 6 millones de visitantes al año.
"Yo no iría ahora mismo, no llevaría a mi familia y estoy seguro de que mucha gente se siente así", siguió este empresario que tiene dos hijos chicos.
Unos 80 millones de personas de todo el mundo visitan cada año Estados Unidos, donde el turismo representó casi US$ 2 billones (2.8% del PBI) y generó 7.8 millones de empleos en el 2018.
Meier y Purdy tuvieron que despedir a su personal mientras recibían la avalancha de cancelaciones que puso fin a su temporada alta.
"Los clientes de Asia fueron los primeros" en cancelar, recordó Meier. Representan el 40% de su clientela, otro 20% son europeos.
“Un ventilador”
No todos quieren turistas ahora.
Tiffany Turner decidió cerrar sus hoteles en el balneario de Long Beach, 300 km al sur de Seattle, luego de que en el asueto de primavera hubiera un aumento de visitantes.
"Era menos gente que lo que normalmente vendría", recordó. "Pero definitivamente asustó a la comunidad".
Al día siguiente amanecieron en los parabrisas de los autos panfletos que decían: "Sus vacaciones no valen nuestras vidas" en letras negras mayúsculas. "Long Beach solo tiene un ventilador. ¿Realmente quiere jugar con nuestras probabilidades?".
El alcalde Jerry Phillips lo vio como una "respuesta visceral" alimentada por el miedo, "pero que no resuelve nada", dijo a la AFP.
"Tenemos una población con muchos ancianos", indicó, "y hay temor de que el virus se infiltre en la ciudad", que vive del turismo.
Turner dice "estar lista" para reabrir, pero tampoco quiere que sea "demasiado pronto".
"Lo peor para un pequeño negocio y nuestra comunidad sería tener que pasar por todo esto de nuevo".
Mientras en París, Carole y Olivier siguen revisando el tiempo perfecto de estos días en Los Ángeles, soñando despiertos con sus vacaciones.
“No me doy por vencida, tal vez la hagamos en navidad”, sentenció.