Donald Trump regresó este martes al tribunal de Nueva York, donde enfrenta una posible sanción por desacato debido a sus ataques contra testigos y miembros del jurado, en el histórico juicio penal por supuestos pagos encubiertos para comprar el silencio de una exactriz porno.
“Fuera de estas puertas, en un corral instalado desde el que diariamente ha dado ruedas de prensa (...) el acusado volvió a violar la orden ante las cámaras”, dijo el abogado de la fiscalía Chris Conroy.
El magnate está acusado de violar las órdenes del juez instructor Juan Merchan que le prohíbe hablar de testigos y miembros del jurado.
Trump está siendo juzgado por falsificar 34 documentos contables de la empresa familiar, la Trump Organization, para esconder el pago de 130.000 dólares a la antigua estrella del cine porno Stormy Daniels en la recta final de la campaña presidencial de 2016.
“El acusado está incumpliendo, a sabiendas y voluntariamente, las líneas inequívocas cristalinas” establecidas en la orden del 1 de abril “para proteger la integridad de este procedimiento”, dijo el abogado que denunció 10 publicaciones, 10 en su plataforma Truth Social y dos en la página web.
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Pese a que la ley contempla una condena de hasta 30 días de cárcel por desacato, el abogado pidió a la corte “una multa de hasta US$ 1,000 por cada publicación” en su plataforma Truth Social o la página web de su campaña que contravenga la orden judicial.
“No hay duda de que el presidente Trump se enfrenta a un aluvión de ataques políticos de todos los lados incluyendo de los dos testigos”, justificó su abogado Todd Blanche, quien aseguró no creer que “publicar un artículo” de algún medio sea “una violación de la orden de silencio”.
Pero el juez reclamó a la defensa que no le haya presentado ninguna prueba y le espetó: “está perdiendo toda su credibilidad con esta corte”.
El juez se reservó su decisión por el momento.
“Plan delictivo”
La fiscalía de Manhattan acusa al magnate de haber “orquestado un plan delictivo” para adulterar las elecciones de 2016, en las que se impuso ante Hillary Clinton, y de haber “mentido en documentos contables” para “ocultar” ese plan.
El dinero sirvió para comprar el silencio de Daniels, que asegura haber mantenido una relación sexual con el multimillonario en 2006 cuando ya estaba casado con Melania Trump, lo que el republicano niega.
De ser hallado culpable, el candidato presidencial republicano a las elecciones de noviembre y primer expresidente que se sienta en el banquillo de la justicia penal se expone a una condena de cuatro años de cárcel o a una multa.
El primer día del juicio, el 15 de abril, la fiscalía solicitó al juez que sancionara al republicano con una multa de US$ 3,000 por las virulentas descalificaciones contra Daniels y contra su antiguo abogado Michael Cohen, y actual enemigo jurado, que será testigo clave de la acusación.
El candidato republicano calificó a Cohen de “mentiroso en serie”. También hizo suyas las declaraciones de Jesse Watters, animador de la cadena televisiva conservadora Fox News, quien aseguró sin pruebas que estaban seleccionando a “activistas progresistas infiltrados que mienten al juez” para el jurado que dictará sentencia.
Al día siguiente de esta publicación, una candidata a jurado desistió por temor a ser reconocida.
Para evitar intimidaciones y hostigamiento, el juez ha decretado el anonimato de los 12 integrantes del jurado y los seis suplentes, que responden simplemente por un número.
El juez ha prohibido a Trump que ataque a los jurados, testigos, personal del tribunal y fiscales, con la excepción de él mismo y del fiscal de Manhattan Alvin Bragg.
Trump considera que dichas prohibiciones son un atentado contra su libertad para hacer campaña, y las califica de injustas porque Cohen no tiene reparos en criticarle.
“Si este lacayo partidista quiere ponerme en la cárcel por decir la VERDAD abierta y obvia, con gusto me convertiré en un Nelson Mandela moderno. Será mi GRAN HONOR”, había desafiado Trump.
El juicio oral prosigue este martes con el interrogatorio del primer testigo de la fiscalía David Pecker, expresidente de la empresa editora del tabloide National Enquirer, viejo amigo de Trump y ahora enemigo, que compró, para enterrarlas, historias que podían afectar al magnate durante la campaña electoral de 2016.
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